SÓCRATES. UN RETRATO DIDÁCTICO

EN EL SOCRATE (1970) DE ROSSELLINI

Socrates. A didactic portrait in Socrates (1970) by Rossellini

Dr. Francisco Salvador Ventura
Historiador del Cine
Granada

Resumen. El filósofo griego Sócrates ha sido uno de los pensadores más atractivos desde la Antigüedad hasta la actualidad. Rossellini desarrolla durante los años sesenta y setenta el proyecto de difundir a través de la televisión el perfil de una serie de figuras destacadas de la historia, dentro del que se inserta este film. Su interés es poner de relieve la dimensión humana de un personaje ocupado en reflexionar sobre el ser humano y la coherencia entre su pensamiento y su praxis. El marco sobre el que se realiza la acción es una Atenas, presentada como una comunidad de ciudadanos y no como un gran conjunto monumental, recurso tan frecuente en el cine histórico sobre el mundo antiguo.
Palabras clave. Historia y Televisión; Rossellini, Sócrates, Cine Biográfico; Atenas, Cine de Autor.

Abstract. The influence of Greek philosopher Socrates ideas remain essentially valid since Antiquity. During the 1960’s and 1970’s, Rossellini undertakes several projects aimed to diffuse the profile of important historical figures trough television. Socrates is one of those films. Special attention is dedicated to underline the human dimension of a personage occupied with reasoning about the human being and the coherence between his thoughts and his praxis. The action is set in Athens, a city shown as a community of citizens and not as a big monumental site, refusing a commonplace for historical films about the Ancient World.
Keywords. History and Television; Rossellini, Socrates, Biographical Films; Ancient Athens; Auteur Theory.

 

Nel suo mondo Socrate era un rivoluzionario
Roberto Rossellini

Desde la Atenas Clásica hasta la actualidad el personaje del filósofo griego Sócrates ha suscitado un gran interés y no resultaría aventurado predecir que su atractivo permanecerá en los tiempos por venir. Y la seducción que ha ejercido no se debe sólo a su protagonismo en la historia del pensamiento, al erigirse como uno de los pilares sobre los que se levanta la filosofía griega antigua. Sus planteamientos son fruto de la principal innovación que supuso su figura, la centralidad concedida en sus preocupaciones y enseñanzas al ser humano, consumando durante el mundo heleno antiguo un giro copernicano que desplazaba a los dioses a un segundo plano y emplazaba en la centralidad a los individuos de carne y hueso. También ha despertado una enorme admiración su manera de afrontar su condena a muerte y posterior ejecución. En su figura vendría a concretarse ese sugestivo perfil del sabio antiguo que toma sus decisiones en virtud de una reflexión serena, con una presencia de ánimo por encima de las incertidumbres y temores que la muerte concita a la mayoría de los mortales.
Hacía ya algunos años que el director italiano Roberto Rossellini venía acariciando el proyecto de realizar una película sobre el filósofo griego maestro de Platón. Si se observa su trayectoria personal y creativa, no resulta extraño que esto fuera así, porque su interés por determinados personajes históricos de tiempos lejanos queda patente en filmes como Francesco, giullare di Dio (1950). El momento oportuno llegó en el contexto del vasto programa didáctico que comenzó a desarrollar a partir de la segunda mitad de los años sesenta, cuando puso en práctica una labor sistemática de retratos fílmicos sobre figuras representativas de la Historia. Había llegado al convencimiento de que el cine había quedado obsoleto y, a partir de entonces, era necesario cambiar el rumbo y trabajar para la televisión, con el horizonte de hacer llegar al gran público todo el conocimiento al que no habían tenido acceso con anterioridad. En adelante, las imágenes tendrían sentido sólo si estaban en consonancia con este afán de enciclopedismo audiovisual destinado a plasmar y hacer comprensible una tensión siempre presente en la historia de la humanidad, que ha ido configurándola a lo largo de los siglos, entre las ideas nuevas, las propuestas innovadoras, y el dolor que produce su aceptación, resultado del conflicto provocado por las constantes renuencias de las tendencias conservadoras.
Después de numerosos avatares, la película se realizó en 1970 en España, tras desechar el inicial proyecto de rodaje en Grecia, donde acababa de instaurarse el régimen conocido como la dictadura de los coroneles. El lugar elegido fue el pequeño pueblecito madrileño de Patones de Arriba, en cuyos alrededores se levantaron unos modestos decorados destinados a recrear las zonas públicas de la ciudad. Para algunas de las secuencias contó igualmente con el concurso del complejo elevado unos años antes por Samuel Bronston también en las proximidades de Madrid. El proyecto rehuye a conciencia cualquier dimensión monumental y presenta una Atenas pequeña, de dimensiones humanas, algo que está en consonancia no sólo con una de las líneas que presiden su trayectoria desde los primeros pasos del neorrealismo, de no perder el referente de la cercanía a las personas de a pie; sino también acorde con la vertiente humana del personaje que a toda costa pretende subrayar como seña de identidad del filósofo ateniense.


Calles de Atenas (Patones de Arriba, Madrid).

Un breve exordio, tan al uso en las películas históricas, sirve de vehículo introductorio al desarrollo de la acción orientado a facilitar el desembarco en los entresijos de la época para una mayoría del público no iniciada en los avatares históricos del momento. Así vemos al inicio cómo son derribados los Largos Muros, que habían servido de protección y refugio de la población ateniense durante el prolongado conflicto de la Guerra del Peloponeso. Y, gracias a las conversaciones sostenidas por los asistentes a un banquete, entramos en la situación de las intrigas que suceden a la victoria espartana. Poco después, hace acto de presencia la figura del filósofo que se muestra en público desarrollando sus actividades cotidianas, siempre acompañado por un grupo de discípulos que le siguen doquiera que se desplaza, ante quienes va exponiendo sus reflexiones sobre los asuntos más dispares. El recelo de algunos de sus conciudadanos se expresa igualmente en algunas secuencias donde es objeto de burla por parte de personajes con los que se cruzan y de algunos otros que intentan utilizar sus argumentaciones para hacerle incurrir en contradicciones que lo desacrediten ante sus seguidores. Con rapidez se le encuentra en medio de una tesitura de significación no menor para el diseño del perfil de Sócrates. Se trata de su vida más privada, en la que aparece junto a mujer e hijos, en un ámbito físico en el que los animales domésticos están presentes con toda normalidad, donde es recriminado en ocasiones por su esposa como resultado de su notoria falta de interés por los asuntos familiares y previniéndole de las enemistades que iban surgiendo en su entorno a consecuencia de sus enseñanzas ‘heterodoxas’.


Escena doméstica con Sócrates.

Las películas cuyos protagonistas son personajes conocidos y reconocibles pagan el peaje de un grado de servidumbres inevitables a la hora de retratar al personaje del que se trate. Los referentes iconográficos son tenidos en cuenta tanto al elegir el actor que encarnase a Sócrates, Jean Sylvère, como al caracterizarlo con los atuendos de la época. Habría que dirigir la mirada a los retratos de época helenística, así como a la muy difundida imagen, ésta más cercana en el tiempo, del cuadro de Jacques-Louis David La muerte de Sócrates (1787). No obstante la fuerza que ofrecía la figura de Sócrates, no se puede olvidar que se trata de un pensador, algunos de cuyas citas concretas o reflexiones más genéricas, han tenido una amplia difusión. La célebre frase de sólo sé que no sé nada resultaba inevitable en su caracterización. Tampoco lo era el método que el propio pensador definió como mayéutica, mediante el cual el no ofrecía respuestas a las preguntas que se le formulaban, sino que su empeño era el de guiar la reflexión de cada sujeto en particular para que de esta forma las argumentaciones y conclusiones fueran brotando con naturalidad en el mismo individuo; algo para lo que utilizó una imagen tan gráfica como la de las comadronas que se encargan de facilitar los alumbramientos. No podían faltar, por otra parte, alusiones a significados personajes destacados de la época que habían engrosado, con mayor o menor protagonismo, la nómina de sus discípulos. Muy reconocible es la alusión al ilustre sucesor Platón, responsable en gran medida del conocimiento sobre aquél conservado. Menos sencillas para los no iniciados son las menciones de personajes tan destacados como Alcibíades, con un gran protagonismo en el reciente conflicto frente a Esparta, y Critias, cuya actividad política en este proceso de postguerra marcará profundamente el periplo histórico de la polis ateniense.
Respecto de la concreción ambiental de esta Atenas a caballo de los siglos V y IV a.C. ya se ha mencionado la elección del pueblecito madrileño para recrear la atmósfera de entonces. Sus pequeñas e irregulares callejuelas, dando lugar a volúmenes geométricos dispares, caprichosos y modestos, resultaron a Rossellini muy apropiados para la recreación de esa polis ‘provinciana’ en la que todos se conocían. Esa dimensión de abarcabilidad, de cercanía, no puede dejar de lado la existencia de los espacios públicos representación física de lo que una polis antigua representaba, la comunidad de los ciudadanos. Deberían, por tanto, estar presentes tales espacios, a través del ágora propiamente dicha, corazón emblemático de la ciudad, junto con algunos edificios de mayor envergadura levantados en relación con ella. Y estos espacios son los que se levantan en las cercanías del pueblo de manera que cuando se esté filmando en ellos siempre se observe como telón de fondo el espacio de habitación de los individuos, las casas del pueblo, de Patones de Arriba. Aún existió otro elemento imprescindible para identificar la Atenas Clásica, el más emblemático, el conjunto monumental que se erigía sobre la colina de la Acrópolis, presidido por el Partenón y la escultura de Atenea.


Mezcla de decorados y pueblo para reconstruir la ciudad de Atenas.

No podría privarse al espectador de su visión y para ello Rossellini colocó un decorado sencillo que puede ser observado desde algunas de las secuencias rodadas en el ágora. Con esta solución consiguió el doble objetivo de ahorrarse una considerable cantidad de dinero, amén de reducir el protagonismo de la que quizá suponga la visión más monumental de la ciudad, a favor de la opción más acorde con sus pretensiones de dirigir su mirada hacia los ciudadanos concretos, al conjunto de los habitantes de la ciudad.
La predilección del director italiano por un ritmo pausado en sus películas puede apreciarse también en este caso. La acción va transcurriendo con mansedumbre, podría decirse que en ciertos momentos incluso con dulzura, incluso los momentos más trágicos no están envueltos de una tensión visible, no están reforzados por recursos externos que pudieran incrementar el drama de lo que está ocurriendo. Las tranquilas aguas de un riachuelo sirven de telón de fondo a alguna de las lecciones del maestro, la serenidad acompaña a sus gestos y sus palabras incluso en los momentos en los que es objeto de burla. Porque, ante todo, a Rossellini le interesa huir de toda magnificación del gran hombre, de todo ensalzamiento de sus enseñanzas. Su fuerza reside precisamente en la sencillez de su mensaje, en la generosidad con la que lo difunde, en la coherencia mediante la que lo pone en práctica. Y ello se realiza en la cotidianidad más absoluta, lejos de las vanaglorias con las que se premia a los individuos destacados y que acaban distorsionando sus mensajes primigenios.


Sócrates enseña a sus discípulos al aire libre.

Sócrates se presentaba a sí mismo, y a mantener ese espíritu se dedica el director italiano, como un defensor a ultranza de la verdad, principio rector de su vida, tanto en lo que se refiere a sus enseñanzas, como en su praxis particular.
Todas las virtudes que adornaban al maestro griego no podían sino despertar los recelos y envidias de un importante sector de sus conciudadanos, que acabaron cristalizando en una serie de acusaciones recibidas fácilmente en el inestable caldo de cultivo de las falsas acusaciones extendidas por la Atenas del momento, en el que los sicofantas campaban por sus respetos. Por ese motivo se planteó el proceso contra Sócrates, el núcleo central del film, en el que el pensador es retratado en toda su grandeza al rechazar cualquier defensa articulada por otras personas y asumirla personalmente, al entenderla como un signo de coherencia personal, puesto que no tenía nada de lo que ocultarse. Ahí podría decirse que la película se ralentiza, con el objeto de poder observar más de cerca la personalidad del filósofo. En todo momento, ante nosotros aparece la silueta de una persona con un perfil claramente individual, que no rechaza al grupo, sino que precisamente es su individualidad la que entra en colisión con la sociedad, otro tema muy rosselliniano, por otra parte. Sócrates se siente bien defendido por su honestidad, no necesita más armas ni más argucias. En su proceder tenía bien presente la actuación de aquellos especialistas de la argumentación que contrataban sus servicios al postor que los solicitase, los sofistas, a quienes no profesaba respeto alguno. A ellos correspondería una fabricación de la verdad según los intereses de cada momento, de cada coyuntura, algo que de alguna manera Rossellini asocia en su tiempo al gran poder que en sus manos acumulan los medios de comunicación, a quienes de manera tácita está situando en la esfera de los sofistas antiguos. Ante ellos no se doblega el filósofo, quien acepta la condena final, rechazando las posibles argucias con las que podría haberla evitado, un Sócrates para quien su honestidad y su coherencia eran el bien más preciado. Los ciudadanos de a pie estaban sujetos al imperio de las leyes establecidas por la mayoría, aún si no estaban de acuerdo con ellas. Rossellini se identifica con este filósofo antiguo, este Sócrates que en ningún momento se siente una persona extraordinaria, y que acepta por eso la sentencia a la que el entorno le condena, porque ante todo se considera un ser igual a los demás, un ser humano.

BIBLIOGRAFÍA
BONDANELLA P., The Films of Roberto Rossellini, Cambridge University Press, Cambridge, 1993.
GIAMMUSSIO M., Vita di Rossellini, Elleu Multimedia, Roma, 2004.
GUARNER J. L., Roberto Rossellini, Editorial Fundamentos, Madrid, 1985.
QUINTANA A. et alii, Roberto Rossellini. La herencia de un maestro, Ediciones de la Filmoteca, Valencia, 2005.

 

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ISSN 1988-8848