EXCALIBUR (J. Boorman, 1981)
MITOLOGÍA ARTÚRICA EN EL CINE

EXCALIBUR (J. Boorman, 1981). King Arthur legend and Cinema

Lcda. Ana Belén Jiménez Rojas
Historiadora
Granada

Resumen. La mitología artúrica ha ocupado un lugar predominante en la literatura universal desde la Edad Media. En el cine, esta temática ha estado presente ya desde sus inicios, ya sea tratando una parte del mito o en su totalidad. Excalibur entra dentro de aquellos filmes que tratan la historia del rey Arturo de forma completa. Para ello, Boorman se basó en la obra de Thomas Malory, La muerte de Arturo y le imprimió su propia visión del mundo medieval de Arturo, Merlín, Morgana... dándole ese aspecto de fábula que emana de Excalibur. Todo es irreal, mágico; desde el poema del principio hasta la imagen en que el cuerpo de Arturo es llevado a la isla de Avalon por las hadas...
Palabras clave. John Boorman, Rey Arturo, Merlín, Thomas Malory, Grial, Morgana, Lanzarote, Nigel Terry, Ellen Mirren.

Abstract. Since Middle Ages, Arthurian mythology had always occupied an important place in universal literature. Through cinema, this theme had been dramatised since early times, and the legend, the whole or part, has been the subject of many movies. Boorman’s Excalibur is one of those movies dealing with the complete Arthurian romance. Its director got his inspiration from Thomas Malory’s compilation Le Morte d’Arthur and from his personal view of the medieval world. There, Arthur, Merlin, Morgan le Fay and other personages live in a kind of novella. Everything is unreal, magic; from the recited poem at the beginning, to the sequence where Arthur’s body is takenby the fairies to Avalon Island...
Keywords. John Boorman, King Arthur, Merlin, Thomas Malory, Holy Grail, Morgan le Fay, Lancelot, Nigel Terry, Ellen Mirren.

 

La Mitología Artúrica abarca, bajo un mismo tema, multitud de historias y relatos que han ido creciendo a lo largo de los siglos. Desde el mito del rey Arturo al de Merlín, pasando por personajes como Lanzarote del Lago, Ginebra, la Dama del Lago, Galaz, Perceval, Galván, Tristán e Iseo, el Rey Pescador, Morgana, Mordred... y una larga miríada de personajes secundarios, cada uno con su propia historia, que fueron surgiendo del propio mito o que fueron siendo agregados procedentes de otras tradiciones culturales de diversos orígenes, especialmente celta, pero con una fuerte impronta cristiana conforme va evolucionando el mito.
A la hora de hablar del rey Arturo es preceptivo hablar sobre su historicidad, pues el debate que gira alrededor de esta cuestión ha sido y es muy intenso, ya que la propia existencia del personaje de Arturo es oscura e incierta. Para empezar, conviene saber que no todos los investigadores están de acuerdo con el hecho de que el mito se haya sustentado sobre una base histórica, sino que consideran que se basa en la existencia de tradiciones mitológicas anteriores. Según esta tesis, Arturo y todos los relatos relacionados con él procederían de un acervo mitológico anterior, en el que dioses, ninfas y otros seres mitológicos de la tradición celta e incluso de otros pueblos se tornarían en los caballeros de brillantes armaduras propios de la tradición medieval posterior.
No obstante, la gran mayoría considera que el personaje de Arturo tiene una base histórica, aunque existan diversas propuestas para ello. Por lo general, se considera que Arturo pudo haber sido un general o caudillo (bien sea Riothamus, Owain Ddantgwyn o Athrwys ap Meurig) que pudo haber vivido alrededor de los siglos V-VI de nuestra era, según las hipótesis más difundidas. Otros, lo relacionan con Lucio Artorio Casto, un general romano que vivió en el siglo II (esta es la versión de que se hace eco el filme de Antoine Fuqua, El rey Arturo, 2004).
Al margen de la supuesta identidad (real o mitológica) de Arturo, lo que sí sabemos seguro es que las primeras referencias que lo mencionan como tal, al principio mencionan a Arturo como un militar, para acabar convertido en un rey. En el siglo X apenas se habla de él en unas pocas líneas, aunque este mito surge en el siglo V y es mantenido hasta el primer gran texto a través de la labor de los contadores de cuentos, que son quienes hacen que este mito se expanda por Europa y que tengamos representaciones del mismo anteriores incluso a los primeros documentos escritos.
Estos documentos, como los cuentos galeses, son ya muy tardíos y tienen diversas influencias mezcladas con las celtas. El primer gran texto que recoge este mito es la Historia de los reyes de Britania de Godofredo de Monmouth, que coge en el siglo XII la verdadera leyenda y la reelabora según los cánones de la mitología grecolatina, haciendo que este mito de corte celta adquiera ahora tintes grecolatinos en su base.
El graal o grial será introducido en la Mitología Artúrica posteriormente, y será Chrétien de Troyes quien lo desarrolle en sus dos obras: El cuento del Graal y El caballero de la carreta. Será a partir de entonces cuando del mito de Arturo y sus caballeros surjan toda una serie de historias que formarán parte de lo que se ha conocido como la Vulgata y la Post-Vulgata, que será recogida en la obra de Thomas Malory La muerte de Arturo, publicada en 1485. Durante la Edad Moderna, la producción literaria sobre el mito quedó estancada en pro de la cultura clásica y no será hasta la llegada del movimiento Romántico cuando no sea admirado por el público de nuevo, sobre todo siguiendo el compendio mitológico realizado por Malory y que llega hasta nuestros días.

La leyenda artúrica ha sido llevada al cine en incontables ocasiones. La industria cinematográfica lo ha adaptado de diversas formas, dependiendo del momento. Así, hacía uso de unas partes de la leyenda, para dejar a un lado otras, confirmando la capacidad de adaptación del mismo.
La primera producción cinematográfica conservada sobre el mito artúrico es el Parsifal de Edwin S. Porter (1906). Desde este momento, se han sucedido las adaptaciones al celuloide sobre varios aspectos del mito; desde diversas visiones de la obra de Twain Un yankee en la corte del rey Arturo (una con Whoopi Goldberg incluida), hasta las recientes El rey Arturo (Antoine Fuqua, 2004) y La última legión (Doug Lefler, 2007), pasando por obras memorables como Camelot (Joshua Logan, 1967), Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores (Terry Gilliam y Terry Jones, 1975) y la versión animada de Wolfgang Reitherman Merlín, el encantador (1963), amén de diversas series realizadas para la pequeña pantalla.

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John Boorman es el alma mater de este filme; él lo concibió y él lo llevó a la práctica. Nacido en 1933 y tras trabajar en varios empleos, en especial, la radio; se formó en la BBC como jefe de la unidad de documentales, lo que le dio la oportunidad de rodar su primera película (Catch us if you can, 1965). Después de ésta ha rodado un sinfín de filmes más (A quemarropa, 1967; Defensa, 1972; Esperanza y gloria, 1987; Infierno en el Pacífico, 1968; Zardoz, 1974; La selva esmeralda, 1985; etc.).
Una de las características principales de Boorman es su forma de hacer cine. Sus películas están impregnadas de su carácter personal y no siempre han sido del agrado de críticos y público, llevándolo al fracaso en diversas ocasiones. No obstante, sus películas han abarcado los géneros más diversos y resaltan por su originalidad, ya que, la misma película, en manos de otro director, hubiera adquirido una resonancia completamente diferente. Michael Ciment subraya la habilidad de Boorman para romper con las convenciones genéricas, pero siempre se ha mantenido firme para alcanzar su propósito original, que gira en torno a la consecución de un cine universal, fuera de todo prejuicio elitista, que llegue a todo el mundo, pero sin dejar de ser una obra de arte inteligente y adulta.
Boorman, con gran habilidad técnica, sugiere que el pasado tiene aspectos que deben ser preservados y que los hombres están unidos por una serie de valores que deben ser apreciados para ser utilizados. Su obra, muchas veces alegórica, a menudo discurre en mundos mágicos del pasado (tal y como ocurre en la película que estamos analizando), de donde pueden extraerse lecciones que pueden ser útiles para el presente del espectador.
Aparte de John Boorman contamos con la participación de Rospo Pallenberg en la factura del guión. Según Boorman, era “un italiano hijo de la naturaleza”. No fue a la escuela y aprendió a escribir a los quince años. No obstante, estudió arquitectura en Roma y marchó a Nueva York, donde conoció a Boorman. Después de ver la película de éste A quemarropa, decidieron trabajar en un proyecto conjunto sobre El Señor de los Anillos, que no cuajó. Trabajó como asesor de Boorman en Deliverance y El exorcista II: El hereje. Como guionista trabajó con él en La selva esmeralda y, por supuesto, Excalibur, para la que ambos trabajaron. Lo hicieron por separado, lo que supuso para Pallenberg un auténtico reto harto desagradable “Tenía que imaginarme sus posibles respuestas, superar ciertas objeciones fantasmas además sin el estímulo de su compañía; recompensaba desde el punto de vista artístico, pero resultó tedioso y agotador”.

Excalibur costó once millones de dólares, presupuesto que no se disparó porque Boorman no cobró honorarios a cambio de un completo control del filme amén de los actores, que apenas si eran conocidos (salvo Nicol Williamson como Merlín y Helen Mirren como Morgana), con lo que el director pretendía dar una cierta frescura a su interpretación del mito.
En cuanto a los personajes principales, cabría hacer una doble distinción: la de aquellos que encarnan al ser humano, con sus pasiones, sus inquietudes... y a aquellos que están en un nivel mágico y superior. La actuación de los intérpretes irá pues en consonancia con cada uno de los dos ámbitos. En cuanto al primero, destacar a Nigel Terry (Arturo), Paul Geoffrey (Perceval), Cherie Lunghi (Ginebra) y Nicolas Clay (Lanzarote); todos parecen mejorar sus interpretaciones conforme maduran sus personajes.
El ámbito mágico de los personajes, corresponde a Merlín y a Morgana. Ambos personajes son más complejos y por ello son interpretados por actores más conocidos y versátiles. Merlín, grave, serio, es la voz del destino, el juez de los hombres; pero también se ve envuelto por la pasión humana y es, a veces, cómico. Morgana, la encarnación de la venganza, la sensualidad, la maldad; pero también es un alma frustrada, superada por Merlín, incluso cuando ella ha vencido.

Quizás sea la obra de Malory la que más se ha usado en las adaptaciones literarias y cinematográficas posteriores. En este caso, queda explicitado en los créditos finales que el guión bebe directamente de La muerte de Arturo de Thomas Malory, aunque, conforme vemos el filme queda claro que existen otras fuentes, como veremos.
La historia comienza con un rótulo blanco sobre un sobrio fondo negro, que nos introduce en la era de los mitos y que a me trae a la memoria la introducción, con voz masculina y poderosa, de otra saga fantástica y medieval como es Conan, el Bárbaro:

The Dark Ages

 

La Era de las Tinieblas

The land was divided and without a king

 

La tierra estaba dividida y sin rey

Out of those lost centuries

 

En esos siglos perdidos

Rose a legend

 

Surgió una leyenda

Of the sorcerer Merlin

 

Del mago Merlín

Of the coming of a king

 

De la llegada de un rey

Of the sword of power

 

De la espada del poder

Un fundido con la espada, nos muestra el título del filme. Acto seguido, nos encontramos con el rey Uther Pendragón, padre de Arturo, luchando por unir la tierra bajo un mismo brazo. Tras insistir, consigue que Merlín le proporcione la espada que será símbolo del poder real, Excalibur. Tras ser coronado rey, se convierte en huésped del duque de Cornualles, que invita a su esposa Igrayne a bailar para la concurrencia. La escena es primitiva, brutal, igual que el deseo que despierta en Uther, que decide que ella ha de ser suya a toda costa, lo que provoca la ira del duque, con lo que comienza una nueva guerra, llena de simbolismo fálico (con el ariete aporreando la puerta del castillo), rudo, tosco, como el carácter del propio Uther, que consigue tomar a Igrayne, casi violar, gracias a que Merlín torna su aspecto en el del duque, mientras éste agoniza en la batalla, por medio del conjuro de la creación, leitmotiv que se repetirá a lo largo de la narración.

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El fruto de tan brutal relación, que está cargada de un deseo unilateral y desmedido, es arrebatado por Merlín en el momento en el que Uther está empezando a convertirse en un ser más humanizado “Yo sólo he sabido matar hombres. A partir de ahora tendré que amarlos. Deseo quedarme con él y con su madre”. Uther, arrepentido, corre tras Merlín para recuperar al niño, pero cae en una emboscada, clavando la espada en la roca, sellando de esta manera el futuro de Arturo, quien se cría con Sir Ector como un hijo más y acude como escudero de su hermanastro Kay, quien ha de luchar para ser digno de sacar la espada de la roca y, de este modo, convertirse en rey. Buscando una espada para su hermano, Arturo saca Excalibur de la piedra, aparece nuevamente Merlín, revelando la verdadera identidad del muchacho, cuyo aspecto nos recuerda la imagen de un Perceval que nos muestra Chrétien de Troyes en El cuento del graal, sumido en la ignorancia y que no ha descubierto su verdadero destino de caballero.
Tras un curso acelerado en el bosque bajo la tutela de Merlín, con claras reminiscencias de los ritos de transición a la edad adulta que impregnan diversas tradiciones mitológicas, y tras vencer a aquellos que no lo reconocen como rey, Arturo se casa con Ginebra y se instala en Camelot, donde se instaura la Mesa Redonda. No obstante toda esa prosperidad, la semilla del mal ya está sembrada, puesto que Lanzarote se ha enamorado de la reina y es correspondido, siempre dentro de los cánones del amor cortés medieval, en el que se suspira por la amada, pero no se le toca uno sólo de sus cabellos. Aún así, Morgana, medio hermana de Arturo, personaje que ya atrae la atención del espectador desde que aparece en la escena de la concepción de Arturo, embauca a Galván (Liam Neeson) para que acuse a Ginebra y Lanzarote de infidelidad.
Lanzarote salva el honor de Ginebra por poco, pero su vuelta acaba provocando una serie de hechos nefastos que van a llevar al reino a la ruina: el adulterio del que fueron acusados se produce de facto, Arturo los sorprende y, en un motivo sacado de la leyenda de Tristán e Iseo, clava a Excalibur entre los amantes, a fin de que éstos sepan que el rey ha estado allí, dejando al reino (simbolizado por la espada) sin rey y, en consecuencia, marchito (“El rey sin espada, la tierra sin rey”). Por otro lado, Merlín, debilitado tras devolverle la vida a Lanzarote mediante el conjuro de la creación, es embaucado por la belleza de Morgana y recluido en las entrañas del dragón, simbolizadas por una cueva, tras sonsacarle el conjuro de la creación. En la tradición artúrica, quien acaba con los poderes de Merlín, es un hada, Viviana (que a veces se identifica con la Dama del Lago) quien, haciendo uso de sus encantos personales, enamora al mago, quien le enseña todo lo que sabe y lo encarcela, bien en una cueva, bien en un árbol. Armada con el saber de Merlín, Morgana embruja a su hermano para concebir un hijo, un dios, según sus palabras, que acabe con Arturo y se convierta en rey.
Con Arturo enfermo y sin Excalibur, la tierra se vuelve yerma, sin esperanza de regeneración, como ocurre a las tierras del Rey Pescador del Cuento del graal. El pueblo tiene hambre, está enfermo y el rey manda a sus caballeros en busca del grial, mientras su hijo crece y llega a la edad adulta.
Los caballeros van cayendo uno a uno en la estéril búsqueda. Perceval llega a vislumbrar el grial, pero no sabe contestar las preguntas que se le hacen. A diferencia del cuento de Chrétien, donde, a la vista del grial, no se atreve a preguntar sobre él, en la obra de Boorman, es a Perceval a quien se le hacen las preguntas que, al no ser contestadas, debe empezar de nuevo con la búsqueda. Cuando pierde todo por el camino (incluso es despojado de los restos de su armadura), vuelve a ver el grial y esta vez descubre la clave: Arturo y su tierra son uno solo y, si Arturo sana, la tierra vuelve a la vida.
Bajo los acordes del Fortuna, Imperatrix Mundi de Carl Orff, Arturo cabalga de nuevo y la naturaleza resurge. Recupera su espada y, como el canto del cisne, se dirige a la última lucha contra las tropas rebeldes lideradas por Modred. En su angustia, consigue despertar de su letargo a Merlín, quien, a través de los sueños, se comunica con sus amigos y derrota a Morgana, haciendo que ésta recite el conjuro de la creación para hacer caer la niebla y para perder toda su belleza, al punto de convertirse en una anciana que acaba estrangulada por su hijo, quien no la reconoce. Arturo mata a Mordred y viceversa, aunque Boorman les cambia los papeles adjudicados por Malory. En La muerte de Arturo, Arturo atraviesa con una lanza a su hijo, mientras que éste, traspasado, se la clava aún más para poder llegar con su espada y dar el mandoble con el que matar a su padre, mientras que en la película de Boorman Arturo es quien lleva la espada y mata con Excalibur a Mordred. Perceval observa la escena y, tras dudar, cumple la promesa de tirar la espada a un lago de aguas tranquilas, mientras Arturo es llevado en una barca por tres sacerdotisas allende los mares

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Si Excalibur se centra en la parte mitológica de Arturo, cabría decir que es también un mito por sí misma. No por la trascendencia que pueda haber tenido en la Historia del Cine, sino porque está construida como tal. Todos los recursos que usa Boorman en Excalibur tienden a ubicarla en el mundo de la leyenda, de los mitos; desde la fotografía de Alex Thomson, mágica a veces, artificial incluso cuando se nos muestra una escena que aparenta realismo, hasta la música, tomada de Richard Wagner, con toda su producción operística sobre el mito artúrico (la obertura de Parzifal, La marcha fúnebre de Sigfrido de El ocaso de los dioses y el preludio de Tristán e Isolda) y de Carl Orff y sus Carmina Burana (en concreto Fortuna, Imperatrix Mundi), a caballo entre la Antigüedad y lo medieval. Incluso la banda sonora creada por Trevor Jones nos introduce en el mundo mágico medieval, como la música de la danza de Igrayne o el Kyrie Eleison que se entona en la boda de Arturo y Ginebra, que parece antiquísimo y que evoca una liturgia primitiva.
También entra en lo mítico el momento en el que se realiza la película. Boorman ya había intentado rodar una película sobre el rey Arturo años antes, pero no salió adelante. Excalibur nacería bajo la estela de una saga en la que un caballero, armado con una espada poderosa, habría de batallar, junto a sus amigos para conseguir la paz... de la galaxia. En efecto, fue el éxito de La Guerra de las Galaxias y sus reminiscencias artúricas el que hizo posible la producción de Excalibur; de hecho, el filme sería lanzado como “La Guerra de las Galaxias de la Edad Media”.
En cuanto al paisaje, hay mucho que decir. Ya he apuntado que la fotografía nos introduce en un mundo mágico y legendario. Esto se puede observar en los vestidos de los personajes, toscos al principio, pero que se van sofisticando conforme se llega a la edad de oro de Camelot, para volverse viejos y herrumbrosos durante la búsqueda del grial, pero todos ellos muy en la tónica del pasado mítico-legendario situado en una especie de Tierra Media tolkieniana que es el tiempo en el que se suceden los hechos narrados. Pero el paisaje nos dice más.
Si dividimos el desarrollo de la película en tres partes bien definidas y demarcadas (la era de Uther, la de la Tabla Redonda y la de la búsqueda del grial), podemos observar que en ellas el paisaje, más nítido o más difuminado, nos introduce de todas formas en un mundo artificial, difuso hasta cierto extremo, onírico (Borrman tiene muy en cuenta en esta obra la psicología de Jung), característico del mundo al que pertenecen las leyendas. La niebla casi omnipresente o las estancias únicamente iluminadas por el rojo fuego en la primera parte; los colores intensos, pero irreales del bosque donde se encuentra clavada la espada, los tonos ocres del joven Arturo, el brillo de las armaduras o el bucolismo de la boda en la segunda parte; y la vuelta de la niebla, de las imágenes difuminadas durante la búsqueda del grial, los colores fosforescentes de la cueva-dragón donde es encerrado Merlín... Todo ello nos transporta a un mundo de fantasía, de leyenda, que será recreado después en toda una serie de películas de trasfondo mítico-fantástico que irán surgiendo a lo largo de los años 80, desde Conan, Lady Halcón o Willow hasta series televisivas como Xena, la princesa guerrera. Es, por tanto, todo un mundo épico y legendario el que Borman quiso transmitir, al margen del trasfondo histórico que puede tener este mito y que se ha intentando transmitir en otros largometrajes del ciclo artúrico, como el ya mencionado de Fuqua.

Para saber más:

La fuente: MALORY Thomas, La muerte de Arturo, Ediciones Siruela, Madrid, 2008.
La película: Excalibur. Dir. John Boorman. 1981.
CHRÉTIEN DE TROYES, El cuento del graal. Traducción de Carlos Alvar. Alianza. Madrid, 2000.
CIMENT Michelle, John Boorman. Faber and Faber. Londres, 1985.
ECHAZARRETA SOLER Carmen y ROMEA CASTRO Celia, Literatura universal a través del cine. Vol. I. Horsori editorial. Barcelona, 2006.
MONMOUTH Geoffrey, Historia de los reyes de Britania, Alianza, Madrid, 2004.
SANMATEU MARTÍNEZ M. C., Excalibur de John Boorman, Octaedro, Barcelona, 2001.

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ISSN 1988-8848