YORGOS KARAMIHOS

Actor y director

 

Entrevista de Alejandro Valverde García y Marķa Valverde Nieto

Recibido el 7 de Diciembre de 2020
Aceptado el 18 de Diciembre de 2020



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A punto de estrenarse en Estados Unidos su último largometraje, el thriller de terror Panacea, de Peter Daskaloff, e inmerso en el rodaje de varias series televisivas griegas de gran éxito comercial, sin apenas un segundo para descansar, Yorgos Karamihos ha tenido la gentileza de atendernos y contestar muy amablemente desde Atenas las cuestiones que desde hace tiempo queríamos plantearle para nuestra revista (1).

Conocido en nuestro país especialmente por su papel del Doctor Theo Stefanidis en la serie de TV británica Los Durrell en Corfú –en la que estuvo trabajando desde 2016 hasta 2019 en sus cuatro temporadas-, este polifacético actor visitó también las pantallas de nuestros cines encarnando al joven Saulo de Pablo, el apóstol de Cristo (Andrew Hyatt, 2018), junto a Jim Caviezel y James Faulkner, encadenado a las galeras del último Ben Hur (Timur Bekmambetov, 2016) y como el asistente de Tiziano en El Greco (2007), aquella coproducción hispano-helénica de Yannis Smaragdís que tanto brillaba en sus secuencias cretenses y tanto perdía cuanto más recargaba el guion los aspectos más siniestros de la Inquisición de la Iglesia Católica. Sin embargo, su filmografía, que se abrió el año 1999 por todo lo alto con el filme Tierra y agua, de Panos Karkanevatos, presentado en los Festivales de Bratislava, Tokio, Rotterdam y Tesalónica, abarca más de treinta títulos, algunos tan interesantes como el romance bizantino Oi Theatrines (Panayotis Portokalakis, 2003), Fugitive Pieces (Jeremy Podeswa, 2007), Apnea (2010, Aris Bafaloukas) o Dos (Stathis Athanasiou, 2011), rodada entre Atenas y Barcelona.

 

Lo primero que nos ha llamado la atención de Karamihos es su pasión por la lengua y la cultura de nuestro país, mostrando una gran versatilidad para comunicarse no sólo en español y en griego, sino también en inglés, alemán, italiano, francés o turco. Como los antiguos humanistas del Renacimiento, su inquietud artística no se ha limitado a una única faceta. A su formación como historiador en la Universidad Jonia de Corfú, allá por el año 1995, vino a sumarse su amor por el teatro, debutando en un montaje de Las troyanas de Eurípides en la que dio vida al rey Menelao. Graduado en la Escuela Nacional de Arte Dramático de Atenas (2000), no ha abandonado jamás los escenarios, tocando todos los géneros y registros posibles (desde las antiguas tragedias y comedias griegas a las obras de Shakespeare, Chejov o Tennessee Williams), alternando el canto y la danza, e investigando nuevos métodos interpretativos basados en la observación e imitación del mundo animal.

Uno de sus mayores éxitos teatrales fue la adaptación al griego moderno de El método Grönholm de Jordi Galceran en 2008, por la que recibió el Premio “Athinorama” al mejor actor teatral y una nominación al Premio de la EKEMEL a la mejor traducción. Y, después de haber dirigido él mismo una docena de obras más en Atenas, recibió en 2012 la Beca Fulbright para estudiar en la renombrada Academia de Arte Dramático “Stella Adler” de Los Ángeles, en la que él mismo ha trabajado como profesor, desarrollando con sus alumnos su técnica “K-Zoo”.

Hoy en día Yorgos Karamihos es un referente a nivel internacional para todos aquellos que se dedican a la interpretación. Ha prestado su voz al videojuego Assasin´s Creed: Odyssey, ha asesorado a Ol Parker en el rodaje de Mamma Mia! Una y otra vez (2018), es actor de moda en Grecia con series televisivas como Helios, y todavía tiene tiempo para colaborar con distintas ONG en defensa de los niños, de la familia y de los animales.

- ¿Cómo llevas tu vocación docente, dando clases de interpretación, con tu trabajo en filmes y series de televisión? ¿Realmente da tiempo a todo? ¿Te encuentras más cómodo como profesor o a las órdenes de otros?

La profesión del actor es compleja. Parte de nuestro trabajo consiste en observar a los demás en diferentes circunstancias y muy a menudo sometidos a mucha presión. Considerando esto, yo diría que cada una de las facetas artísticas de mi carrera complementa a las otras. Como actor intento ser flexible y estar receptivo a las órdenes del director, mientras que como director intento ponerme en la piel de todos los personajes de manera que pueda ayudar a los actores a encarnarlos. Por otro lado, como profesor trato de escuchar a mis alumnos y de encontrar la mejor manera de fijarles retos nuevos. Amo mi trabajo. Es algo muy gratificante asumir facetas tan diferentes dentro de una misma profesión.

- Actualmente estás viviendo un momento de éxito internacional, especialmente por tu papel en la serie Los Durrell en Corfú, pero ¿ha sido difícil el camino hasta llegar aquí? ¿Has tenido especial problema por ser griego?

Para nada resulta fácil asumir riesgos. Me trasladé a Los Ángeles a los 39 años. Tuve que rechazar los papeles de teatro más relevantes que me ofrecieron en Grecia aquel año (Hamlet, Otelo, Orestes, Áyax) y decidí explorar un terreno completamente nuevo para mí desde el comienzo.

Especialmente, cuando tienes un acento mediterráneo como el mío, no es nada fácil aterrizar con buen pie. Sin embargo, el reto que se me planteaba era enormemente tentador. Pude exprimir al máximo todas las emociones posibles hasta agotarlas trabajando duramente y con autocrítica. Lo que desde luego aprendes es que no se trata de alcanzar el éxito a toda costa, sino de encontrar cuál es tu misión en esta vida, que no es otra que la felicidad, como Sócrates y Aristóteles solían decir. El éxito sin felicidad es un auténtico desastre.

 
 
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- ¿Cuál es tu opinión sobre el cine griego actual? A España nos llegan casi exclusivamente los mundos distópicos de Yorgos Lanthimos y pocas películas más (Xenia, Strella, Un toque de canela)…

El mercado griego es muy limitado, por lo que no es fácil que las películas puedan competir con las grandes producciones extranjeras. Además, la lengua griega es también un obstáculo porque no se habla en el mundo como el inglés, el español, o incluso el árabe y el chino. Yorgos Lanthimos es una gran excepción. Se trata de un director brillante, una rara avis dentro del mercado cinematográfico a nivel internacional. Casos como el suyo sobrepasan los límites del país y del idioma.

- Sabemos que antes de empezar a actuar en Atenas estudiaste el Grado en Historia, algo que no es muy frecuente en el caso de los actores. ¿Podrías contarnos tu experiencia sobre los papeles que has interpretado en los filmes históricos?

A decir verdad, en Grecia era bastante común estudiar Teatro después de haber cursado otra carrera. Dedicarse a la interpretación no es una profesión demasiado estable y, además, hacia finales de los años 90, ser actor se veía como algo vergonzoso, al menos en mi entorno familiar. Estudiar Historia me ayudó a entender mejor otras épocas y a imaginármelas. Incluso antes de convertirme en actor, ésa era la manera como yo solía analizar los diferentes períodos históricos, visualizándolos como si yo mismo los estuviera viviendo. Como anécdota, la Universidad Jonia donde yo estudié tiene su sede en Corfú, a donde volví veinte años después de mi graduación para rodar la serie de los Durrell. Para mí fue como si se tratase de cerrar un ciclo de mi vida.

- ¿Qué piensas sobre el uso didáctico del cine de tema histórico? Nos referimos al eterno debate sobre si un film ha de ser fiel a la realidad histórica o un espectáculo que atraiga al espectador.

Eso depende mucho del lenguaje cinematográfico que use el director. A mí, personalmente, me encantan las películas y series históricas más clásicas, pero también disfruto con algunas obras anacrónicas como puede ser La favorita de Lanthimos o la serie The Great, producida por Hulu en 2020, donde Elle Fanning da vida a Catalina la Grande. En la medida en que el creador logre construir una historia bella y consistente, con gusto estético e ingenio, todo es posible. No debemos olvidar que la función del arte no es per se didáctica. Uno no va a las salas de cine para recibir clases de historia…


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- ¿Cómo evolucionará el cine épico? ¿No crees que muchos de los remakes son peores que las primeras versiones y que los guiones están escritos para mentes adolescentes?Es cierto que algunos remakes son mucho peores que los filmes originales y completamente innecesarios, pero esto difícilmente se puede saber hasta que se intenta. Yo creo que a la gente le gustan las historias épicas y que siempre existirá esa atracción por recrearlas en la pantalla. Además, los filmes épicos suelen tocar temas trascendentales sobre el universo, los dioses o la filosofía, que son preocupaciones enraizadas en la propia condición humana.

- Películas como Pablo, el apostol de Cristo nos plantean si es realmente comercial el cine de tema religioso. Quizás Jim Caviezel o Mel Gibson pueden ser un ejemplo de cómo el mercado cinematográfico puede estigmatizar a un artista... ¿Tú qué opinas al respecto? (Al margen de esta cuestión, confesamos que lo que más nos gustó de esta película fueron precisamente tus secuencias, algunas de las cuales se suprimieron en el montaje final).

¡Gracias por tu apreciación! La verdad es que para mí fue una gran experiencia participar en el rodaje de esa película. El papel de Pablo de Tarso es muy interesante. Me sorprendió enormemente la cantidad de gente que adora el cine religioso. Es más fácil para el espectador entender el mensaje y meterse en la historia a través de la dramatización de los personajes que leyendo los textos originales. A parte de esta cuestión, es muy común que los actores que encarnan a grandes figuras bíblicas queden, como bien dices, estigmatizados por sus interpretaciones. Por esta razón, a pesar de recibir un par de ofertas de trabajo en películas religiosas después de mi papel como San Pablo, decidí no correr el riesgo de quedar encasillado en un género cinematográfico específico. Yo prefiero, en realidad, poder explorar diferentes registros.

Imágenes 8 y 9

- En medio de este loco mundo en el que estamos viviendo, con amenazas por pandemias, guerras y totalitarismos, ¿crees que habría que potenciar más la cultura y la transmisión de valores eternos como el amor, la familia, la vida o la paz a través del arte?

Estos tiempos que nos ha tocado vivir son realmente difíciles. Sin embargo, en la historia se ve que es en esos momentos duros cuando la gente se vuelve más creativa. Como ejemplo, durante y después de la mal llamada “fiebre española” los artistas florecieron y surgieron nuevos movimientos al ser conscientes de cuán breve e imprevisible puede resultar la vida.

Creo que todas las historias tienen un denominador común, que es el amor, es decir, cómo podemos amar y ser amados en un sentido amplio. Incluso Ricardo III de William Shakespeare podemos decir que es una historia de amor. Un amor herido de un niño traumatizado al haberse criado sin una muestra de amor incondicional y de perdón, que, al final de la obra, consigue limpiar el mundo de aquellos arrogantes aristócratas, llenos de ignorancia y frivolidad. En conclusión, el amor es la clave de la vida y del arte. Un amor que implica acción…

Atenas, Diciembre 2020

 

Notas

(1) Agradecemos la colaboración desde Roma de Victoria Pistoia, por ponernos en contacto con el actor y por facilitarnos información y documentación gráfica de gran valor. El presente trabajo se enmarca en el Proyecto de Innovación Docente de la Universidad de Valladolid “PID-77 Materiales audiovisuales sobre el mundo griego: elaboración y análisis”, dirigido por la Dra. Amor López Jimeno.

 

 

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ISSN 1988-8848