LA REINA VICTORIA Y ABDUL
(S. Frears, 2017)

Victoria & Abdul (S. Frears, 2017)

Dr. João Mascarenhas Mateus
Historiador de la Construcción
Lisboa

Grad. Jaime Salvador Grande
Filólogo
Granada

Recibido el 12 de Julio de 2018
Aceptado el 21 de Septiembre de 2018

Resumen. En este trabajo se analiza el film Victoria & Abdul, en el que se tratan los últimos años del reinado de la longeva reina Victoria de Inglaterra, situando el foco en la confianza que depositó en Abdul, un joven y apuesto hindú que tomó como su ayudante personal. Tal colaboración y complicidad no fue acogida con agrado entre las personas que la rodeaban: miembros de su familia, personajes notorios de la corte y servidumbre varia. No obstante, la soberana continuó actuando según su voluntad a pesar de las reticencias existentes.
Palabras clave. Victoria, Abdul, Corona británica, India, Islam, Urdu.

Abstract. This paper discusses a recent movie dedicated to the last years of the long-lasting reign of Queen Victoria of Great Britain. The script is focused on the relationship between the sovereign and her servant Abdul, a young and attractive hindu she took and named as her spiritual teacher and coacher. The queen’s confidence in Abdul was not accepted by the royal household, from court members to servants. However, she kept his services following her own conscience despite the many ideological prejudices around her.
Keywords. Victoria, Abdul, India, Monarchy of the United Kingdom, Islam, Urdu.

 

 

Based on real events … mostly

 

 


©Universal Pictures International

1.
El contraste entre el Reino Unido de finales del siglo XIX, época que se reconstruye en el film Victoria y Abdul, y el del año de su estreno, ya bien entrado el siglo XXI, resulta a todas luces manifiesto. La trama no sólo se corresponde con los últimos años del reinado de la reina Victoria, sino que además la Inglaterra victoriana de estos momentos se identifica con el momento en el que el Imperio Británico se halla en su máximo esplendor. Se trata de un periodo con un fuerte carácter conservador, instalado sobre la preponderancia casi absoluta del Reino Unido sobre cualquier otra potencia colonial a escala mundial. No resulta extraño, por tanto, pensar en posiciones marcadas por acentuados tintes excluyentes, cuando no abiertamente racistas, como columna vertebral de la visión inglesa no sólo de los territorios que dominaban, sino también, y en desigual medida, del resto de los territorios del mundo. Y en ese amplio lote de territorios subordinados se encuentra sin duda la que se consideraba la “joya de la corona” del Imperio, el British Raj, por la que en 1877 se había otorgado a la soberana el título de “Emperatriz de la India”.

Como podría preverse, la figura de la esta longeva monarca británica ha interesado al cine en repetidas ocasiones, siendo a día de hoy Victoria y Abdul el último film de la nómina. En él se aborda el tema de la conocida relación especial que la reina Victoria mantuvo en sus últimos años con un musulmán hindú llamado Abdul Karim, recreada en la gran pantalla aprovechando que se trata de un discurso que hoy día puede interesar y agradar a una parte más que considerable del público. No es la primera ocasión en la que el cine se aproxima al tema de los afectos privados de Victoria, puesto que en 1997 se afrontó en la ficción cinematográfica una anterior relación que sostuvo con un criado escocés de nombre John Brown, en el film Mrs. Brown (John Madden, 1997), a la que se alude en alguna secuencia de la película. Veinte años después de ella, este nuevo proyecto es firmado por Stephen Frears, cambiando el sujeto de sus afectos a la relación personal establecida con este joven hindú que había sido enviado junto a otro compatriota ex profeso para entregarle un presente con motivo del jubileo de oro en 1887. Como se especifica en los títulos de crédito, la base en la que se inspira el director para la realización del film es el libro de Shrabani Basu dedicado a la relación entre ambos, para cuya redacción la autora contó con la información proporcionada por el diario personal de Abdul Karim proporcionado por uno de sus familiares.

Antes de adentrarnos en sus contenidos, llama poderosamente la atención en un primer acercamiento a la película una significativa casualidad que tiene que ver con Judi Dench, la figura de la actriz que representa a la soberana. No es difícil que el espectador reconozca con rapidez la coincidencia de que sea la misma actriz quien encarne a la reina Victoria en los dos filmes mencionados, eso sí con veinte años de diferencia, algo que por cierto podría estar indicando la existencia de una continuidad vital en estas relaciones afectivas atípicas de la reina. Además, una nueva circunstancia refuerza la asociación de esta reconocida actriz con la monarquía británica. Ella es también quien asume la identidad del otro gran icono femenino antes de la actual reina Isabel II, la admirada Isabel I de Inglaterra, a quien había dado vida durante el tramo final de otra película emblemática para la cinematografía sobre historia inglesa, la laureada Shakespeare in Love (John Madden, 1998).

2.
El film se inicia cuando Abdul y Mohammed, dos hombres hindúes que viven una vida anónima en Agra, son seleccionados para desplazarse desde la India como participantes exóticos dentro de los agasajos que se brindan a la soberana en 1887 con motivo de su Golden Jubilee. Desde el comienzo la película centra su atención en el apuesto joven Abdul, que se gana la vida modestamente como escribiente en una prisión y que es elegido al azar por cumplir con el requisito de ser el más alto entre los candidatos posibles. Emprende el viaje marítimo a la capital de la metrópoli, junto con a su compañero Mohammed, escogido en este caso por una circunstancia más casual todavía, como la de sustituir al otro elegido que había fallado a última hora por haberse caído de un elefante. Ambos son los encargados de portarle una moneda conmemorativa como regalo para su quincuagésimo aniversario de reinado.


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Acto seguido, el film muestra como contrapunto el ambiente de boato que reina en la corte británica, presidido por la rigidez y el encorsetamiento con el que se desenvuelven tanto los actos como las personas. Todo gira en torno a la figura central de una Victoria senil, cansada y apática, en absoluto interesada por quienes se mueven a su alrededor y con frecuencia tan abstraída de cuanto le rodea que llega incluso a quedarse dormida en medio de un banquete en presencia del resto de los comensales. Es en esa atmósfera ante la que se presentan los dos hindúes, quedando desorientados y desbordados por tanta parafernalia como la que les rodea en el palacio. Además, ya desde el viaje a Inglaterra en el barco, se les advierte de forma explícita una y otra vez de que el protocolo impide mantener contacto visual con la soberana.


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Apenas se presenta la primera ocasión la curiosidad del joven Abdul le hace incumplir las normas que se le han marcado, consiguiendo con ello que la soberana le preste atención. Es en ese momento, después del primer cruce de miradas cuasi-cómplice entre ellos cuando aparece en la pantalla el título del film, señalando con ello de forma expresa cuál es su auténtico punto de partida, tras un prólogo algo superior a los quince minutos. A esa primera ocasión, sigue otra en la que de nuevo se rompe el protocolo cuando, después de servirle, se postra en el suelo para besarle los pies. Todo ello favorece que la soberana se fije definitivamente en el apuesto joven hindú y pretenda tomarlo a su servicio. Poco tiempo después se llega a una situación en la que ambos se encuentran a solas y él puede hablarle con amplitud, e inusual naturalidad para ella, sobre las costumbres, los ambientes y las excelencias de su tierra de procedencia. La espontaneidad y cercanía con la que se dirige a ella asombran realmente a la anciana reina, acostumbrada como estaba al trato envarado de la corte. A partir de entonces se va generando una relación de confianza y más tarde incluso de complicidad que fomentan el interés de Victoria por todo lo vinculado con Abdul, a quien ya ubica como un hindú musulmán. Es entonces, cuando se muestra interesada en aprender su lengua y le propone que se convierta en su profesor personal de urdu, el idioma imperante en su Agra originaria.

La cercanía con el joven hindú no hace sino acrecentarse con el paso del tiempo para sorpresa y desconcierto de las personas del entorno de la soberana. La reina no duda en solicitar su opinión como consejero personal, no es extraño que lo utilice como confidente de muchas de sus inquietudes, tampoco vacila en convertirlo en su compañero de viajes a lugares especialmente significativos para ella como la isla de Wight, incluso lo lleva como acompañante formando parte del cortejo real a su admirada ciudad italiana de Florencia, etc. Una expresión del grado de cercanía que llegan a alcanzar y de la consideración y afecto que le profesa se manifiesta con el nombramiento de Munshi que le otorga. No existe una dignidad semejante en la corte británica, sino que se trata de una suerte de título ficticio, tomado de una explicación que el propio Abdul le expone, en la que le indica que es un término con el que en el Islam se denomina al maestro que orienta en el aprendizaje del Corán, como en su caso había hecho con él su progenitor.


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La relación no permanece sólo dentro de esas coordenadas ya tan poco previsibles, sino que la proximidad y el afecto entre la soberana y el joven hindú continúan in crescendo. La cercanía entre ambos se acentúa a partir del momento en el que Victoria le confiesa la soledad afectiva en la que vive después de la muerte de su esposo, que no se ve compensada por la relación con sus hijos, quienes además tampoco se llevan bien entre ellos. En ese contexto, le hace la confidencia de que ella aspiraría a vivir una simple y rudimentaria vida, lejos de esos aristócratas y vástagos de los que se siente tan distante y que entre ellos no hacen sino competir por adularla. Los honores con los que obsequia a Abdul se incrementan también, con el regalo de un medallón con su retrato o incluso cuando manifiesta su intención de concederle el nombramiento de Sir. La evolución ascendente de la sintonía entre ambos conduce a un baile en privado después de la soirée musical con Puccini en Florencia, en el que la situación hace aparecer en Victoria expectativas mayores que se reconducen con rapidez cuando el joven alude a su esposa.


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3.
Cuando la reina sabe de tal realidad, su reacción inmediata es conminar a que Abdul viaje a India para traer a Inglaterra a la esposa. La espera genera una gran expectación que se muestra en el momento en el que se aproximan al palacio. Todos observan la llegada con tanta curiosidad como perplejidad al descubrir que le acompañan dos mujeres, esposa y suegra, a quienes no pueden ver por estar todo su cuerpo cubierto por un burka, según la usanza habitual entre ellos. Como residencia se les ha preparado un pabellón aparte, al que acude a tomar el té un nutrido grupo presidido por la reina, acompañada por el príncipe de Gales, miembros destacados de su familia y de la realeza-nobleza europeas, junto a miembros de la casa real. Un Abdul con sus mejores galas les ofrece su hospitalidad, mostrándose en un plano muy elocuente a todos los personajes que acuden a la casa junto al anfitrión y a sus dos “mujeres” con el cuerpo totalmente cubierto. El favor de la reina hacia la familia se traduce en la posición de privilegio que en algunos actos les concede, llegando en ocasiones a desplazar de su lugar al propio príncipe de Gales. Incluso, Victoria se preocupa por la falta de descendencia de Abdul y su esposa, algo para cuyo remedio encarga de hacer un seguimiento a su médico personal.


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Desde los más tempranos compases del contacto entre Victoria y Abdul los miembros de la casa real más cercanos merodean alrededor preguntándose por lo que podrían tener en común para pasar tanto tiempo hablando juntos. En muchos momentos la curiosidad se torna abiertamente fisgoneo, cuando espían desde el exterior, observan por las cerraduras e incluso intentan escuchar con artilugios pegados a las puertas. Por esa razón, son conscientes, también verbalmente, del interés de la reina por todo lo relacionado con Abdul, que se concreta al inicio por su deseo de aprender urdu. El desconcierto inicial deviene abierta censura, cuando su hijo y sucesor Eduardo, le reconviene sobre lo improcedente de su comportamiento, algo que ella rechaza por su calidad de “emperatriz de la India”. Ante las incógnitas que despierta esta atención real por el joven hindú, alguna mujer de la corte busca como explicación las reconocibles cualidades físicas del sujeto. Aun así no parece ser esta explicación suficiente y los crecientes favores de la soberana no hacen sino ir acrecentando cada vez más el rechazo de Abdul y la crítica al comportamiento de la soberana. Llega un momento en el que un reducido grupo de miembros destacados de la corte, auspiciado por el propio heredero de la corona, se proponen abiertamente buscar argumentos para desbancarlo de su situación privilegiada, no sólo en el entorno palacial, sino acudiendo a informaciones recogidas en su India original. Por un momento creen haberlo conseguido cuando ponen en conocimiento de la reina que el Munshi no pertenece a una familia noble y cuando le demuestran el papel protagonista de los musulmanes en una rebelión en India contra los británicos.


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La tensión entre los miembros de la corte se incrementa con cada una de las medidas que la soberana toma en beneficio de Abdul. No consideran apropiado, por mucha confianza de la que sea objeto, que tenga acceso ilimitado a documentos oficiales, que disponga de un lugar de privilegio dentro de las actividades de la reina, que se le concedan favores tan notorios a él y su familia, etc. El límite se ve rebasado cuando Victoria anuncia su intención de nombrarlo Sir, algo que se considera una devaluación del título. La reacción inmediata es la convocatoria de todas las personas que forman parte de la casa real, para tomar la determinación de rechazar el nombramiento y amenazar con abandonar sus puestos si prosigue con sus planes. A ello se suma el heredero de la corona, cuando expone a su madre la intención de declararla demente si no desiste de su actitud. La reina reacciona de manera airada y tajante convocándolos a todos a una reunión para reafirmar su autoridad, instándoles si se atrevían a actuar como pretendían y renunciando después al nombramiento objeto de disputa. No obstante, y una vez reforzada en su posición, prosigue durante el resto de su reinado brindando atenciones a su favorito, a la vez que le sugiere la pertinencia de volver a la India antes de su muerte, para evitar así los previsibles problemas futuros de falta de protección regia.


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4.

Como había previsto Victoria, poco después de su muerte, se produce el desalojo de la casa que ocupaban Abdul y su familia, a la vez que el nuevo rey les conmina a marchar cuanto antes a la India. Se pone en marcha entonces todo el proceso que dará lugar a la damnatio memoriae del personaje, con la intención de que no permanezca ningún vestigio epistolar de la relación entre ambos. De la quema se salva el medallón que sirve de vínculo simbólico imperecedero entre ambos. De todos modos, una vez vuelto a su realidad cotidiana original, la relación preexistente no se rompe del todo, puesto que el protagonista mantiene un contacto “directo” con Victoria acudiendo a la estatua dedicada a su persona en Agra, a la que muestra su afecto besando los pies, escena presidida por la perspectiva lejana del Taj Majal. A título de epílogo se ofrece la información de la fecha de la muerte de Abdul y de los años transcurridos hasta la independencia de la India.


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La impresión final que deja el film a la vez que sugerente no deja de mostrar ciertas reflexiones contrapuestas ante una historia atractiva y bastante edulcorada basada en el libro de Shrabani Basu, una escritora interesada en reivindicar la importancia de lo musulmán en la cultura hindú. Cierto es que se muestra la imagen de una Victoria adelantada a su tiempo, por encima de prejuicios criticables, como cuando acusa a los miembros de su corte de racistas. Cierto también es que se expone cómo dentro del pragmatismo y organización imperante entre los miembros de la corte suscita abiertas suspicacias el creciente protagonismo adquirido por este joven ajeno a los aparatos de poder ingleses. Pero también es cierto que se aprecia un interés a veces poco disimulado en presentar el exotismo de la India asociado a la significación dentro de su cultura de lo musulmán, a la vez tan refinado como ausente de autocrítica. Así se puede advertir una cierta normalización de la marginación física de la mujer con la utilización del burka y una tendencia a asociar la sabiduría con el Corán, un conocimiento que ha enseñado a Abdul su padre y que sirve de respuesta a muchas de las incógnitas y desasosiegos que sufre la reina en estos últimos años de su vida. En cualquier caso, la película ofrece un innegable atractivo visual, que tiene que ver con la figura del joven Abdul y las posiciones anti-convencionales manifestadas en posicionamientos contracorriente de esta soberana símbolo del imperialismo inglés, para presentarla como una mujer adelantada a su tiempo y respetuosa con la alteridad hindú musulmana.

 

Bibliografía

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ISSN 1988-8848