HISTORIA DE UN ESTEREOTIPO:
LA IMAGEN DEL VIKINGO EN EL CINE

History of a Stereotype:
Depicting Vikings on the Big Screen

Lcdo. Alberto Robles Delgado
Doctorando en Hstoria
Granada

Recibido el 11 de Julio de 2017
Aceptado el 14 de Septiembre de 2017

 

Resumen. Siempre que oímos la palabra vikingo acude a nuestra mente una imagen muy característica con una iconografía muy concreta, conformando un estereotipo muy claro. Esta imagen, muy alejada de la realidad histórica que conocemos mejor cada día, comenzó a construirse durante el siglo XIX y adquirió toda una serie de características que la definirán en sí misma, muy ligadas al mundo de la ópera y los grandes hallazgos arqueológicos. Con el surgimiento del cine un tiempo después, esta imagen se rescatará y revitalizará para las nuevas producciones artísticas. Su capacidad para acceder al público de masas perpetuará esta imagen en nuestro imaginario, dando lugar a uno de los estereotipos más conocidos del mundo.
Palabras clave. Vikingos, Romanticismo, Cine, Historia, Estereotipo

Abstract. Whenever we hear the word Viking, some common images come to our minds, and a very specific iconography forms a very clear stereotype. These images were formed during the XIX century and seem very far from the historical reality that, only recently, some scholars have been presenting after deep scientific research. Many of the stereotypes about Vikings were created within the context of the libretto of some operatic works and others inspired by few archaeological findings. With the emergence of cinema, those images were rescued and found a new life in productions that keep perpetuating those images in global imaginary.
Keywords. Vikings, Romanticism, Cinema, History, Stereotype.

 

 

Introducción:

La imagen en torno a los vikingos siempre ha sido una imagen sesgada y desvirtuada, fruto de la visión proyectada por los cronistas y registros de la época medieval, que relataban principalmente los ataques sufridos por los nórdicos; y del hecho de que toda su tradición fuera de carácter oral y no se recogiera por escrito hasta varios siglos después.

Esta visión otorgó a los vikingos la condición de bárbaros y sanguinarios, lo que supuso un rechazo por parte de la sociedad escandinava, totalmente cristianizada, que veía esta etapa como salvaje y violenta. No será hasta el siglo XIX cuando la figura de los vikingos resurgirá como un elemento de identidad nacional y de rechazo a corrientes de pensamiento más clasicistas.

Lo interesante de este periodo, conocido como el Romanticismo, es que se dotará a la figura del vikingo de una serie de elementos que lo caracterizarán y lo definirán en sí mismo, siendo el resultado una imagen totalmente estereotipada que se impondrá en el imaginario colectivo e incluso llegará hasta nuestros días.

En este contexto, el cine jugará un papel fundamental como vehículo transmisor, pues será el encargado de recoger esta imagen generada siglos atrás, y llevarla a la gran pantalla y a un numeroso público que fue conformando su propia idea sobre los nórdicos. De manera ineludible y definitoria el cine perpetuará este estereotipo, creándose una simbiosis entre la idea de vikingo y los elementos que lo caracterizan.

Mucho se ha luchado en contra de esta representación decimonónica y carente de veracidad histórica, que a día de hoy se encuentra más o menos superada, pero que a pesar de todo se niega a abandonar nuestro imaginario a falta de encontrar nuevos símbolos de carácter universal que redefinan los novedosos conceptos emergentes en torno a la cultura vikinga.

El objetivo del presente trabajo es analizar estos elementos que conforman los signos identitarios de los vikingos, como los míticos cascos con cuernos o las famosas embarcaciones con mascarones en forma de dragón, entendiendo cómo y cuándo surgen y porqué se han convertido en la marca de identidad de esta cultura, así como el papel que ha jugado el cine en este hecho.

 

Los vikingos

Si observamos el catálogo de películas que tratan sobre temática nórdica, comprobaremos que la inmensa mayoría llevan por título la palabra “vikingo”, o la contiene de alguna manera. Algunos ejemplos son: The Viking (R. Neil, 1928), Las Mujeres Vikingo y la Serpiente del Mar (R. Corman, 1957), Los Vikingos (R. Fleischer, 1958), Vikingos (A. Kravchuk, 2016), etc.

The Viking (R. Neil, 1928), © Warner Home Video The Vikings (R. Fleischer, 1958), © Warner Home Video

Este término es generalmente utilizado para designar a la población escandinava de los siglos IX al XI, así como a toda una cultura perfectamente localizada en unas coordenadas espacio-temporales muy concretas, conocida en historia como la Era Vikinga. Aun así, si escrutamos este término con mayor profundidad nos daremos cuenta de que esta palabra posee unas connotaciones mucho más profundas, y es que a día de hoy la palabra vikingo se ha convertido en un sinónimo absoluto de salvajismo, barbarie, borrachera y ferocidad.

Estas acepciones despectivas son herencia directa de la Edad Media, donde los monjes de la época recogían en sus crónicas los numerosos ataques sufridos a manos de los escandinavos, convirtiéndose estos escritos en las fuentes principales para el conocimiento de esta cultura (a excepción de las fuentes propiamente escandinavas). Es destacable el hecho de que en las diferentes fuentes medievales no aparezca el término vikingo para aludir a estos, siendo empleados otros nombres como normanni (hombres del Norte) por los francos, o dani (daneses) por los anglosajones. En las fuentes irlandesas utilizaron otros vocablos como finngheinnte o fionnlochlonnaigh (extranjeros blancos) para referirse a los noruegos, y dubhlochlonnaigh (extranjeros negros) para referirse a los daneses, a los que diferencian no por motivos étnicos, sino por el color de sus escudos o sus afinidades políticas, en una Irlanda totalmente dividida por las guerras intestinas. Si nos alejamos hacia el este veremos que los términos cambian, donde árabes y bizantinos emplearan la palabra rus, probablemente adquirida del finés (Routsi significa Suecia) y también en las fuentes griegas los denominan como vaering o vareg, que significa algo similar a “agente comercial”. Incluso los hispano-árabes se referían a los nórdicos como madjus (infieles, descreídos) (Morales 2004: 32).

El origen de la palabra vikingo es desconocido, seguramente fuese una palabra de origen germánico que paso al nórdico antiguo como vikingr, tal como podemos ver en crónicas anglosajonas e inscripciones rúnicas. Este término suele hacer referencia a individuos que se embarcan en un viaje, normalmente junto a otros, con intenciones piráticas o militares. La etimología de la palabra vikingo es una cuestión sobre la que no existe consenso a día de hoy, habiendo multitud de teorías al respecto. Muchos han querido ver el parentesco con la palabra Viken, región noruega en el fiordo de Oslo, como “habitantes de este lugar o que proceden de él”; o con el vocablo vik (ensenada) haciendo referencia a la utilización de estas como lugares para embarcar o esperar/acechar (Brink 2008: 6). Otra versión enlaza con el término germano wic, procedente del latín vicus (emporio, lugar comercial) en relación al carácter comercial de estos, siendo sus expediciones “de vicus en vicus” (Boyer 2000: 28); aunque esta hipótesis surge cuando se comienza a atenuar el lado guerrero de los vikingos, favoreciendo la imagen de comerciantes (Brink 2008: 6).

De todo esto podemos dilucidar que el término vikingo no fue utilizado ni por los propios escandinavos, ni por sus contemporáneos medievales, para referirse a todos esos pueblos que conformarían la cultura nórdica, como ocurre a día de hoy; sino que haría referencia a la faceta más “aventurera” de estos, siendo los vikingos los individuos de origen escandinavo que se embarcaban en expediciones, de talante piratesco, para obtener beneficios.

Habrá que esperar hasta la llegada del Romanticismo en el siglo XIX para que la palabra vikingo re-aparezca y se reconvierta en un término de características universales, acotando y definiendo lo que entendemos hoy día por vikingo. El principal responsable de esto fue el sueco Erik Gustaf Geijer con su poema The Viking (1811) (Hofstra 2003: 148), en el que representa a los nórdicos como personajes heroicos, valientes y atrevidos, en una Escandinavia en pleno auge del nacionalismo y de la búsqueda de un pasado glorioso, donde la faceta de paganos y violentos comenzaba a importar menos. Junto con esto encontramos una Inglaterra victoriana enfebrecida con los vikingos, que con sus traducciones al inglés jugó un papel clave como elemento de difusión.

Sabiendo que muchísimas películas relacionadas con el mundo nórdico, llevan por título la palabra “vikingo” y ahora que hemos visto con más detalle las significaciones que tiene el término en toda su dimensión, podemos plantear una pregunta ¿es lícito emplear la palabra vikingo como título para referirnos a las películas de esta temática?

Si nos detenemos a observar las películas sobre vikingos, casi todas presentan un patrón común: se trata de películas de acción donde una partida de hombres se embarca para perpetrar una serie de ataques y hacerse con el botín, en busca de venganza o de reparación del honor debido a alguna afrenta, para resolver los problemas de otras naciones incapaces, o para viajar hacia tierras lejanas y exóticas. Además, el papel de los vikingos será el de guerreros salvajes y sin compasión rozando, en muchos casos, el antagonismo; pero aun así, honorables y valientes.

Este tipo de películas no suelen explorar la cultura y sociedad de los escandinavos del Medievo mostrándonos la vida en el fiordo, sus ritos y costumbres o los posibles problemas que pudieran surgir en estas comunidades. Estos ámbitos corresponderán más al género documental que se suele revestir de ese halo de veracidad histórica, pero que de manera recurrente incurre en los mismos clichés.

Por tanto, si la palabra vikingo engloba al escandinavo que se embarca a hacer de pirata en busca de riquezas, así como al noble, valiente y aguerrido bárbaro del Romanticismo, si lo comparamos con el vikingo despiadado, feroz y honorable, del cine, creo que podemos resolver que no hay mejor manera de titular una película sobre vikingos, pues el cine no ha hecho más que rescatar la esencia misma del estereotipo forjado a lo largo de cientos de años y llevarlo a la gran pantalla, generándose una imbricación perfecta entre imagen e idea que ha perdurado hasta nuestros días.

 

Cascos con cuernos

Posiblemente estemos ante el elemento más representativo de los vikingos, ya que no hay una imagen más clara que defina el estereotipo mejor que el casco con cuernos. Es un objeto controvertido pues sabemos que se trata de un falso histórico que durante muchos años se ha convertido en el icono de la leyenda vikinga, existiendo una feroz batalla por eliminarlo de las representaciones de lo nórdico. Paradójicamente el casco con cuernos se ha erigido como la imagen de lo vikingo, siendo esta pieza el referente visual que necesitamos para saber con lo que estamos tratando.

Por supuesto el cine ha sido uno de los principales promotores y difusores de esta imagen, apareciendo cascos con cuernos en prácticamente la totalidad de películas del género, incluso en las más recientes. Podemos decir claramente que el cine ha jugado un papel clave en el afianzamiento de la imagen estereotipada que conservamos de los vikingos hoy día.

Para conocer el origen de esto, debemos retrotraernos a los comienzos del siglo XIX, donde las guerras napoleónicas habían dejado un panorama desolador en Escandinavia. Aisladas comercial y diplomáticamente, Suecia y Dinamarca se encontraban en la bancarrota, y Noruega ni siquiera disponía de autonomía propia, dependiendo ahora de la corona sueca (1). Influenciados por las ideas del romanticismo alemán, surgió un movimiento de carácter nacionalista y patriótico que abogaba por la tradición, la cultura popular y la búsqueda de una identidad a través de la gloria ancestral (García 2015: 91). Esta mirada hacia el pasado recayó en los vikingos, que emergieron del olvido como un motivo de orgullo y poder, recordando los tiempos en los que toda Europa temió a los hombres del Norte.

Este resurgimiento vikingo se vivió con fuerza en Escandinavia, como por ejemplo en Dinamarca, donde debemos mencionar la figura del sacerdote y poeta Nikolai Grundtvig, que en 1808 publicó Nordens Mytologi, un manual sobre mitología nórdica, en el que recuperó los antiguos mitos paganos escandinavos. Mientras tanto hacía campaña para infundir al sistema educativo nacional un “espíritu vikingo”, en el que enseñar a los jóvenes la grandeza de sus antepasados vikingos capaces de dominar el Mar del Norte. Fruto de esto fue la creación en 1860 de un instituto donde se enseñaba folklore nórdico. Así mismo, en el año 1811 se fundaba en Estocolmo una sociedad patriótica llamada Götiska Förbundet (la Sociedad Gótica), que consistía en un grupo exclusivamente masculino que celebraba el pasado gótico de Suecia. No era un grupo preocupado por la historia vikinga, sino más bien por esa visión idealizada y romántica del pasado sueco.

El Romanticismo se dejó sentir con fuerza en el ámbito artístico donde esta nueva corriente de glorificación del pasado bárbaro, trajo consigo la idea de definir la identidad a través de la exploración de la historia y la cultura, surgiendo la necesidad de representar visualmente las narraciones del pasado, tanto históricas como mitológicas, así como del folklore popular escandinavo. Esto supuso un desafío que fue enfrentado por todos los artistas románticos: ¿Cómo representar a los dioses y héroes dentro de un contexto nórdico? Estos artistas no tenían idea alguna de cómo los antiguos nórdicos imaginaban a sus dioses y héroes. La fabricación de imágenes de ese pasado debe haber sido creada no solo a partir de las parcas descripciones literarias y las ropas campesinas de las poblaciones del interior, sino también de un pastiche de influencias de la cultura greco-romana (2) y las representaciones medievales de la Europa Central (De Miranda 2017: 240-241).

A pesar de la búsqueda de la cultura material, las excavaciones más significativas ocurrieron a finales de siglo, ya que entre los años 1820 y 1860, la arqueología se centró principalmente en el estudio de monumentos. A pesar de esto la arqueología podría haber jugado un papel fundamental en la creación del mito de los cascos con cuernos, en el hallazgo de ciertos objetos de relevancia que podrían haber servido de inspiración a la hora de representar a los vikingos.

Comenzaremos destacando los famosos cuernos de oro de Gallehus, encontrados en la península de Jutlandia y datados en el siglo V. No se conservan los originales, pues estos fueron robados y fundidos, pero se realizaron unos detallados dibujos por los que sabemos que ambos cuernos tenían una serie de grabados, donde aparecían unas figuras portando unos tocados con larguísimos cuernos a los que se les ha atribuido una función simbólica y ceremonial más que como ornamentación de un casco de guerra. Otro ejemplo podría ser el caldero de Gundestrup, encontrado en Dinamarca en 1891, donde se representa al dios celta Cernunnos con un casco con una enorme cornamenta de cérvido. No hay que olvidar el descubrimiento de unos auténticos cascos con cuernos en Vikso (Zelandia), dos piezas de bronce que datan del primer milenio a.C. y cuya función se cree, de nuevo, de carácter ritual (García 2015: 155-156).


Cuernos de oro de Gallehus, © wikimedia.


Cascos de Vikso, © wikimedia.

Otro hallazgo arqueológico muy interesante seria la placa de bronce de Torslunda, encontrada en 1870 en Öland, Suecia, y que data del siglo VI. En ella aparecen dos guerreros armados realizando algún tipo de danza ritual, uno vestido con una piel de lobo y otro portando un casco con enormes cuernos. Esta pieza pudo haber estimulado el mito del guerrero de casco con cuernos cuando fue ilustrado en el exitoso libro de 1889, de Du Chaillu, La Era Vikinga (Hall 2008: 219).

Los libros arqueológicos fueron otro elemento muy importante en la época, ya que posiblemente aportaran toda una información visual sobre piezas y equipo de los antiguos bárbaros. Libros como La Guía de la Arqueología del Norte (1836) de Christian Thomsen o Las Antigüedades Primitivas de Dinamarca (1843) de Jens Worsae, gozaron de fama y prestigio internacional (Langer 2002: 8).

La primera representación de vikingos con cuernos en la cabeza se remontaría al año 1820 y seria obra del pintor sueco Gustav Malmström. Él fue el ilustrador de la obra de Esaias Tegner, La Saga de Frithiof, una visión moderna de un héroe escandinavo, en la cual el artista representa a los líderes vikingos con unos pequeños cuernos en el lateral de sus cascos. Aun así, esta imagen no se convertirá en un patrón a seguir por el resto de artistas, pues podemos encontrar trabajos como Haakon el bueno (1860) o Jefe Vikingo (1865), del noruego Peter Nicolai Arbo, donde el nivel de detalle de armas, armaduras y vestimentas es bastante bueno y preciso. Incluso en artistas extranjeros podemos encontrar un enorme nivel de detalle y precisión, como el inglés W. G. Collingwood y su obra The Thingvellir (1870) (Langer 2002: 6-7).


Haakon el bueno (Peter Nicolai Arbo, 1860), © wikimedia.

El auténtico hito que afianzará definitivamente el mito del vikingo con casco con cuernos, se producirá en 1876 en Alemania y será el estreno de la ópera de El Anillo de los Nibelungos del compositor alemán Richard Wagner. El “culpable” de esto será el diseñador de vestuario de Wagner, Carl Emil Doepler, quien para la primera producción en Bayreuth decidió introducir cascos con cuernos en algunos actores como parte del vestuario. Fue desde entonces cuando se empezó a propagar ese tocado a lo largo de las numerosísimas representaciones de la obra, hasta convertirse en un elemento ineludible y una seña de identidad del mundo vikingo (Frank 2000: 199-200).

Wagner consiguió crear toda una estética que arraigó en el imaginario de la época de una forma sorprendente, de manera que no fuera posible entender y reconocer el mundo germánico sin los elementos de su parafernalia. La grandiosidad de todo esto reside en que fue capaz de elaborar las señas de identidad de todo un mundo germánico, pero desde las premisas propias de un contexto bárbaro. Incluso dotó de toda una serie de elementos característicos a toda una panoplia de personajes, desde heroicos caballeros a dioses todopoderosos, que se convirtieron en un referente visual e identitario. Todo esto, junto con un poder de difusión internacional y la capacidad de llegar a un gran público, erigió a la estética wagneriana como la única y dominante en el imaginario colectivo de todo el mundo occidental, lo que ha durado hasta la actualidad.

Cuando el cine surgió como una nueva entidad artística capaz de llevar la representación de imágenes a otro nivel, se volverá a enfrentar al reto de retratar un pasado y darle una apariencia física y tangible. Para ello buscó referencias en las artes que le precedieron, como las artes plásticas, la fotografía, la ópera, etc., y adquirió todos aquellos iconos visuales e identitarios, y sobre todo reconocibles por el público. Si bien con el tiempo el cine creó sus propios elementos estéticos, en algunos casos las herencias decimonónicas permanecerán incorruptibles como es el caso de los vikingos y sus cascos con cuernos.

Nos guste o no, el casco con cuernos se ha convertido en un componente propio y exclusivo de los vikingos que los caracteriza e identifica con respecto a otros bárbaros. En alguna ocasión se ha representado también a los vikingos con cascos alados, otro elemento de la estética wagneriana, pero existen otros ejemplos de bárbaros con ese tocado, mucho más reconocibles, como por ejemplo los míticos galos Asterix y Obelix. Otro ejemplo lo tenemos con la película El Rey Arturo (A. Fuqua, 2004) en la que aparece el ejército sajón dispuesto a asolar las tierras de Britania. Estos sajones son representados con una estética totalmente “bárbara”: pelo largo y andrajoso, enormes y tupidas barbas, vestidos con pieles y cuero, portadores de enormes hachas. Estas características podrían haber sido típicas de la representación de un vikingo, pero la falta del casco con cuernos crea en el espectador una pérdida de referentes visuales y por tanto la no identificación de estos bárbaros como vikingos, a pesar de su enorme similitud. El caso contrario ocurre en la película El Guía del Desfiladero (M. Nispel, 2007), donde a pesar de que los vikingos que aparecen en este film son representados casi de manera demoníaca o fantástica, el ser portadores de cascos con enormes y retorcidos cuernos hace que la identificación con lo nórdico sea inmediata. Podemos afirmar por tanto que este tipo de casco se ha unido de manera tan estrecha a la figura del vikingo que incluso nos cuesta reconocerlos como tal si este elemento no está presente.

 

Barcos vikingos

El barco vikingo es una de las imágenes más icónicas de esta cultura. Sin duda alguna este elemento representa el carácter aventurero y marítimo de los nórdicos y se convirtió en el motor que posibilitó la exploración, el comercio, los saqueos y los asentamientos en nuevos territorios, tan típicos de la Era Vikinga.

La geografía escandinava ha incitado a cuantos pobladores se han asentado en su territorio a mirar hacia el mar. Dinamarca, compuesta por toda una serie de islas visibles entre sí, Suecia con sus islas, ensenadas y el mar Báltico, y Noruega formada por una enorme línea de costa, salpicada por islas y fiordos que se adentran hacia el interior. De este modo el mar se presenta como un recurso alimenticio de primera necesidad, pues no todas las tierras de Escandinavia son aptas para la agricultura, o como una vía de transporte y comunicación. Por eso no es de extrañar que se desarrollara una larga e importante tradición náutica entre los habitantes de este lugar.

Las primeras muestras de embarcaciones las tenemos en una serie de canoas, hechas de troncos vaciados, que datan del Neolítico (hacia el 3500 a.C.), y en la Edad del Bronce (hacia el 1500 a.C.), se encontraron una serie de dibujos rupestres que representan unos botes fabricados con pieles de animales extendidas sobre una cuaderna de madera. Estos botes irán evolucionando y para los primeros siglos después de Cristo, se construirán mediante el método del tingladillo, característico de los barcos vikingos, y consistente en confeccionar los laterales del barco plancha por plancha. Para los siglos V y VI encontramos embarcaciones muy parecidas a las naves vikingas, en cuanto a su estructura, pero no dispondrán del elemento clave que hará a los barcos vikingos superiores, la vela, ya que hasta ese momento todas las embarcaciones se movían a fuerza de remo. No sabemos con exactitud cuándo y cómo se introdujo la gran vela cuadrada, que será característica de las naves vikingas, pero su adopción permitió reducir de manera considerable el esfuerzo de los viajes, así como el tiempo necesario para realizarlos. Por supuesto el uso de la vela no significó el abandono de los remos, de hecho, será la utilización de ambos sistemas lo que dotará a los barcos vikingos de gran versatilidad (Atkinson 1990: 17).

En tiempos recientes, la imagen del barco vikingo ha sido utilizada de muy diversas maneras, pero principalmente como un símbolo nacional y de identidad cultural. La imaginería vikinga se ha empleado repetidamente para evocar la sensación de un pasado glorioso, y el icónico barco vikingo se presta a la perfección para este cometido, así como para resaltar ciertos aspectos del carácter vikingo como la velocidad, la fuerza, la resistencia y la masculinidad. Por ello no es de extrañar que a lo largo de los años haya aparecido en monedas, billetes, sellos y marcas comerciales de todo tipo. Un claro ejemplo de la creación de una identidad escandinava a través del barco vikingo, como figura principal, podemos verlo en los billetes que emitió el Sino-Scandinavian Bank, un banco chino con participación noruega que operó brevemente en los años 20, y que empleó la imagen de un estilizado navío vikingo en uno de sus lados, apareciendo en el otro la gran muralla china. La yuxtaposición de estas imágenes deja claro el estatus adquirido por el barco vikingo como imagen de toda una Escandinavia (Williams 2014: 12-14).

Como no podía ser de otra manera el cine ha recogido este icono del mundo vikingo y lo ha llevado a la gran pantalla en numerosas ocasiones. Paradójicamente, la representación de estos barcos en las películas ha solido gozar de un nivel de veracidad histórica bastante bueno, aunque presente sus imperfecciones, pues no ha sido la intención de los directores recrear copias exactas de barcos vikingos, sino de rescatar los elementos más característicos para que se sepa que se trata de un barco vikingo y no de ningún otro. Como decimos, se trata de representaciones bastante ajustadas a la realidad arqueológica, lo que resulta sorprendente si tenemos en cuenta que todo el estereotipo vikingo está montado sobre falsos históricos. La respuesta a este hecho se encuentra en la arqueología y es que a finales del siglo XIX y principios del XX se llevan a cabo el descubrimiento de dos embarcaciones vikingas, el barco de Gokstad (1880) y el de Oseberg (1904), en unos inmejorables estados de conservación que permitieron un conocimiento exhaustivo sobre las embarcaciones nórdicas.


Excavación del barco de Oseberg (1904), Vestfold, Noruega, © wikimedia. .

El barco de Gokstad es un barco tumba vikingo que fue encontrado en Vestfold, Noruega, datado aproximadamente en el 900 d.C. La parte superior de la proa y la popa, que quedaba más cerca de la superficie, había desaparecido, y el mástil, con seguridad, lo habían cortado para que no asomara por encima del montículo, pero aparte de esto, el resto de la nave estaba completa, a pesar de haber sufrido algunos daños y un profundo expolio de su ajuar funerario (Atkinson 1990: 9). Lo interesante de este barco es que permitió crear una réplica, que fue bautizada como el Viking, que navegaría hasta Norteamérica con motivo del 400 aniversario del viaje de Cristóbal Colón. El 30 de abril de 1893 el navío partió de la ciudad noruega de Bergen y arribó a costas americanas el 13 de junio, siendo posteriormente mostrado en la expo universal de Chicago, y poniendo de manifiesto que los barcos vikingos eran perfectamente capaces de cruzar el Océano Atlántico (Williams 2014: 8-10).

El barco de Oseberg, encontrado también en Vestfold, a 20 km de Gokstad, es un navío de dimensiones más reducidas y fechado en torno al 800 d.C. y cuyo diseño lo hace poco apropiado para el mar abierto. Quizá fue construido para navegar en las aguas resguardadas de un fiordo, o quizá para recorrer la costa cuando hacía buen tiempo, es decir, confeccionado o bien como nave de recreo, o bien como símbolo de grandeza política de su propietario (Atkinson 1990: 19). Lo espectacular es la decoración grabada en madera que presenta en proa y popa, y la riqueza del ajuar funerario.

Al igual que el casco con cuernos, el barco se ha convertido en un elemento de referencia e identificación propio de los vikingos, apareciendo en una infinidad de películas y asegurándonos que es de vikingos de lo que estamos tratando en el film, ya que parece que el resto de bárbaros no viaja en barco. Ese espíritu aventurero e intrépido del pueblo escandinavo queda perfectamente recogido en las películas de este género, pues siempre hay algún tipo de viaje o trayecto que realizar, y que es fundamental para el desarrollo de la trama, si es que esta no versa por completo sobre un viaje en sí. Por supuesto estos viajes siempre se realizan en barco, y en casi todas las travesías se atraviesa una feroz tormenta que solo los aguerridos y valientes vikingos están capacitados para cruzar, poniendo de manifiesto ese espíritu arriesgado y salvaje e incluso dejando la idea subyacente de que los vikingos y sus embarcaciones son los auténticos señores del mar. Además del viaje físico en sí, el barco se transforma en un medio de transporte hacia el más allá, donde el gran héroe de la película muerto en batalla y habiendo alcanzado todos los honores, reposa en su navío que tras ser prendido en fuego, inicia su último viaje hacia la otra vida. Esta estampa se repite de manera habitual en este tipo de películas y vuelve a convertir al barco vikingo en un elemento indispensable pues nos costaría imaginar otro tipo de funeral que no fuera este.


Funeral de un vikingo (Frank Dicksee, 1893), © wikimedia.

El barco completa la imagen que poseemos sobre los vikingos ya que va más allá de la estética, siendo esta la historia de una relación entre el vikingo y su navío, representando este la encarnación material de la exploración y la aventura, del deseo de conocer lo inexplorado y no temerle a nada, creándose una relación en la que no podríamos entender al uno sin el otro, ni viceversa.

 

Conclusiones

La imagen arquetípica que tenemos de los vikingos es un constructo totalmente artificial, que no ha respondido a razones históricas en su creación, sino que se ha forjado a partir del juicio emitido posteriormente por la búsqueda de una identidad nacional que se basó en su figura. Se la dotará de una iconografía propia que responde al deseo de resaltar determinados aspectos de un carácter ficticio, aunque hasta cierto punto histórico, que se convertirán en los referentes visuales que definirán de manera tangible la idea sobre los vikingos.

Esa imagen fabricada estará lista a finales del siglo XIX y permanecerá viva hasta bien entrado el siglo XX, si bien es cierto que vivirá una época de decadencia debido a la reapropiación que sufre esta imagen por parte de los nazis, que acabará generando un rechazo hacia lo vikingo, aunque no llegará a desaparecer en su plenitud. El cine será el encargado de rescatarla y devolverle toda la grandilocuencia con la que había contado, llegando incluso a afinar aún más todos esos elementos que caracterizarían al vikingo, afianzando de una manera irrevocable este estereotipo en el imaginario colectivo del mundo entero.

Pero el cine, y la imagen que proyecta, es una realidad viva y cambiante y lo que parecía que jamás tendría fin sufrió un cambio drástico. En el año 2013 se estrena en televisión la serie de Vikingos (M. Hirst, 2013) que supondrá una reactivación a gran escala del fenómeno vikingo, así como un aumento total del interés por esta cultura. Pero esta serie no solo ha supuesto una “edad dorada” de los vikingos, sino que ha cambiado de una manera patente la imagen estereotipada clásica del vikingo. Se han superado ciertos conceptos como el del casco con cuernos, se ha evolucionado en la estética “bárbara” y se han añadido elementos nuevos que transforman la imagen arquetípica y decimonónica del vikingo. Sería muy osado decir que este estereotipo ha sido totalmente superado y erradicado del imaginario en pos de uno nuevo, pero desde luego se están produciendo cambios notables.

En definitiva, la relación entre los vikingos y el cine es larga y prolífica y lo va a continuar siendo, comprometiendo de forma innegable la imagen que podamos tener de esta cultura y la forma de acercarnos a ella.

 

 

Notas

(1) Dinamarca resultó perjudicada tras las guerras napoleónicas y tuvo que ceder Noruega al reino de Suecia, tras firmar en 1814 el tratado de Kiel. El tratado permitió la posesión de las antiguas provincias noruegas de Islandia, Groenlandia y las Islas Feroe.

(2) Con pastiche de la cultura greco-romana, queremos hacer referencia a la costumbre pictórica occidental de representación de la Edad Media, que fue reaprovechada por el Romanticismo de forma general.

 

Bibliografía

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ISSN 1988-8848