LICHT, KAMERA, ACTION!
EL SÉPTIMO ARTE COMO PROPAGANDA
AL SERVICIO DE LA IDEOLOGÍA
NACIONALSOCIALISTA

Licht, Kamera, Action!)
Cinema as propaganda of National Socialist ideology

Lcdo. Israel Santamaría Canales
Historiador
Cádiz

Recibido el 9 de Enero de 2014
Aceptado el 30 de Enero de 2014

 

Resumen. El cine que se filmó entre los años 1933 y 1945 en Alemania, cuenta con la particularidad de que, sin entrar en valoraciones relativas a la calidad del mismo, destacaba principalmente por sus películas de índole propagandística. En las mismas, se hacía una apología en toda regla de los principios y dogmas del nacionalsocialismo. De este modo, se transformó el séptimo arte en una simple vía para expandir el ideario de Adolf Hitler, pervirtiendo su naturaleza como manifestación cultural y artística, a cambio de servir como un engranaje más del cruel mecanismo de relojería orquestado por el Partido Nazi.
Palabras clave. Cine, Ideología, Propaganda, Nacionalsocialismo, Alemania.

Abstract.German cinema produced during 1933 and 1945 was very much conditioned by propaganda. Such films were spreading and justifying the principles and dogmas of National Socialism. The seventh art became an important tool for Adolf Hitler's ideology. The very nature of cinema as a cultural and artistic expression was totally perverted by Nazis in a clear attempt to keep their power.
Keywords. Cinema, Ideology, Propaganda, National Socialism, Germany.

 

El cine no debe de caer en la vulgaridad de un simple entretenimiento de masas,
pero esto no quiere decir que se deba prescindir del público;
al contrario, el cine puede ser un útil instrumento de educación de sus gustos”
Joseph Goebbels (1)

 

El cine, una herramienta más al servicio del poder e intereses particulares

El nazismo, al igual que otros regímenes totalitarios, trató por todos los medios de justificar su posición de cara a sus ciudadanos, los mismos que los condujeron a la cúspide y a los que se buscaba hacer partícipes de las ideas que propugnaban en su ideario. Un medio audiovisual de carácter masivo como es el cine se convierte, ipso facto, en la herramienta idónea para llevar a buen puerto dichos fines. El gobierno solo debe limitarse a proporcionar el dinero necesario para la filmación y dejar bien subrayado aquello que se puede, y no, mostrar en pantalla. Luego, todo se limita a esperar que la bola de nieve ruede ladera abajo hasta adquirir la suficiente consistencia como para impactar de lleno con el espectador. De esta manera, se puede ver como el cinematógrafo es, aparte de un divertimento de primer orden con un valor artístico innegable, una herramienta más empleada por el poder para cumplir con sus objetivos.

Según la RAE, la propagada es la “acción o efecto de dar a conocer algo con el fin de atraer adeptos o compradores”. En este caso, eso se consigue por medio de una deformación de la realidad a través de un medio audiovisual que, en última instancia, persigue el inculcar en aquel que se encuentra al otro lado de la pantalla, tras la cuarta pared, cuantos contenidos políticos, ideológicos, sociales, religiosos, éticos, morales y de cualquier otro tipo se estime oportuno. Este posicionamiento aparece en escena como el único válido, en clara contraposición con aquellos que se desvinculen en algún aspecto del discurso oficial o sean diametralmente opuestos al mismo. Se entra así en una dinámica maniquea consistente en dividir el mundo en buenos y malos, en ellos y nosotros, en amigos y enemigos. Esa es una postura en la que parecen sentirse muy cómodos tanto los líderes de estos regímenes como la mayoría de sus ciudadanos que, sumidos en la apatía y en la necesidad de odiar a alguien, sin importar quien sea, se erigen encantados en miembros de un jurado cuyo veredicto han escrito de antemano otros en su lugar.

Desde su nacimiento, el cine ha sido utilizado por el poder para fomentar aquello que conocemos como identidad nacional, tanto de cara a su propia ciudadanía como al resto de naciones del globo (2). Una de las vías idóneas para ello, consistente en exaltar la patria o los supuestos valores propios de la misma, es por ejemplo la constante y cuasi obsesiva mención al sueño americano por parte de la cinematografía estadounidense. En paralelo, se presenta al forastero o disidente como un elemento extraño, que poco o nada tiene que ver con lo que simboliza la cotidianidad de una sociedad determinada, o como un enemigo que debe ser marginado, expulsado o incluso abatido por eso que se viene a llamar el bien común. Todo ello contribuye a hacer caer de la nada un telón de acero que viene a dejar muy claro qué es lo que vale, y qué no, en el marco de un país, una muestra de chovinismo extremo cuya única excepción se encontraría, y solo en determinadas ocasiones, en los extranjeros que sean aliados de la nación en un sentido u otro.

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El surgimiento de la cinematografía nacionalsocialista


Adolf Hitler (1898-1945).©www.wikipedia.org

El punto de partida de esta historia se sitúa en el mes de marzo del año 1933, cuando se crea en Alemania el Ministerio de la Educación del Pueblo y la Propaganda (3), un organismo político que estuvo dirigido desde el principio por el doctor Joseph Goebbels (1897-1945). Goebbels era una de las figuras claves y más destacadas del nacionalsocialismo, aparte de un profundo amigo y admirador del Führer; no es casual, por lo tanto, que el ministro acabase sus días poco después de la muerte de Adolf Hitler, en compañía de su esposa e hijos en circunstancias ciertamente dramáticas. Por muy controvertida que sea su figura, era un intelectual de muy alto nivel que disponía de una educación y un bagaje cultural bastante considerables, lo que lo convertía en la persona idónea para encargarse de aquel conglomerado en el que se concentraba, como una auténtica olla a presión, todo lo referente al mundo de la cultura, entre el que por supuesto encontraríamos al cine. El séptimo arte tenía para Goebbels una importancia fundamental, algo que dejó de manifiesto en reiteradas ocasiones.

Hitler atestiguó, desde un primer momento, la importante labor que se tenía por delante en lo relativo a revitalizar la industria cinematográfica nacional, a pesar de que esta fue sin lugar a dudas excelente durante la etapa de la República de Weimar, pero sin ajustarse a lo que él y los suyos consideraban como tal. Aunque todo parecía indicar que se iba a seguir un rumbo muy diferente al que finalmente se tomó, no faltó tiempo antes de que hasta los más escépticos se vieran obligados a abrir los ojos ante lo que resultaba evidente. Pocas semanas después de producirse el cambio de gobierno, la UFA (4), el estudio alemán por antonomasia dedicado al mundillo del cine, despidió a todo el personal que tuviera sangre judía corriendo por sus venas, lo que es un claro indicio de como iban a cambiar las tornas a raíz de la llegada al poder del Partido Nacionalsocialista (5). Una serie de cambios que no había hecho más que empezar.


Logo conmemorativo del Universum Film AG (UFA). ©www.trusvanaalten.com

El RMVP, competente para todas las cuestiones de influencia espiritual sobre la nación (6), estaba subdividido en varios departamentos. Uno de los mismos se había consagrado en exclusiva al cine, el cual era conocido como el Reichsfilmkammer. En él, debían inscribirse todas aquellas personas que tuvieran una mínima relación con el mundillo del séptimo arte, desde los directores a los técnicos, pasando por guionistas e intérpretes, entre otros; una lógica que también se aplicó, con sus respectivas cámaras, a todas las representaciones artísticas como por ejemplo el teatro. Goebbels no tardaría en aprobar una ley de censura de guiones que entró en vigencia a principios de 1934. Después de ello, se procedió a examinar con sumo detenimiento todas las películas que, hasta aquel entonces, habían ido apareciendo en el mercado alemán. Esto se hacía con ánimo de suprimir, literalmente, aquellos trabajos que incluyeran algún tipo de contenido contrario a la ideología nacionalsocialista, mensajes que pudieran poner en entredicho alguno de sus principios, o referencias positivas al judaísmo, por citar algunos casos representativos.

Esa es una política de censura muy característica y usual de este tipo de regímenes y, asimismo, al igual que se haría en otros estados de semejantes características, se empezó a calificar las películas en función de su mayor o menor afinidad a los preceptos del partido, lo que no hacía sino recompensar a las obras en las que se mostrara una mayor afinidad con el movimiento, así como exaltar el entusiasmo y el fervor que ponían a la hora de pregonar en sus trabajos las ideas nacionalsocialistas, actitud con la que recibían una retribución y un prestigio considerables. No tardaron en aparecer profesionales que destacaban precisamente en este campo, unos con mayor acierto que otros en lo que respecta a la calidad artística de sus filmes, pero todos entregados al servicio de la causa. Entre otros, se puede destacar los nombres de Gustav Ucicky, Gehrard Menzel (7), Franz Seitz, Hans Steinhoff, Franz Wenzler, Karl Ritter, o Thea von Harbou (8).


Placa del Ministerio de Propaganda (RMVP). ©www.u-historia.com

Exaltación de la patria, culto a la personalidad del líder, propagación del odio hacia todo aquel que sea considerado inferior y/o diferente, que prevalezca lo colectivo sobre lo individual, la indispensabilidad de la obediencia suprema, educar a la masa ignorante, encauzar a la juventud por una senda predeterminada, etc. (9). Todo ello, y mucho más, podía conseguirse por medio del séptimo arte, y lo dicho es solo una pequeña muestra del potencial que este ofrecía a aquellos que acababan de alzarse con el triunfo político en Alemania a principios de los años treinta. El concepto que Goebbels tenía del cine supone un tema de estudio de sumo interés, puesto que, el tratarse de la personalidad que más poder tuvo a su alcance a la hora de delimitar qué material cinematográfico era o no válido de cara a los intereses del NSDAP, hace que sus gustos e ideas al respecto resulten fundamentales a la hora de delimitar el contenido de estos filmes, así como sus implicaciones a todos los niveles en la elaboración de los mismos.

Goebbels era el orgulloso poseedor de una mente privilegiada que provenía de una universidad de sumo prestigio y demostró con creces su valía. Todos los cambios que realizó en la industria fílmica de su país estuvieron meticulosamente estudiados de antemano y, en ningún momento, respondieron a actos impulsivos o instintivos. Ni que decir tiene que todas estas modificaciones surgidas a raíz del cambio de gobierno conllevaron, como suele suceder en estos casos, el éxodo masivo de una cantidad considerable de intelectuales, científicos, artistas y demás personalidades de ámbitos bien diferenciados, pero que se caracterizaban por destacar en sus respectivos campos (10). Este exilio podía tener lugar bien por motivos raciales, como ser judío, o bien por motivos ideológicos.


Joseph Goebbels (1897-1945). ©www.wikipedia.org

En el marco del séptimo arte habría que destacar el caso del reputado Fritz Lang, autor de algunas de las películas más importantes de la historia del cine alemán como Metropolis (F. Lang, 1927) o M (F. Lang, 1931). A pesar de que era judío, pudo llegar a desempeñar un papel protagonista en el campo de la propaganda nazi, aunque prefirió abandonar el país cuanto antes consciente del giro que iba a dar la situación y del cual no quería formar parte bajo ningún concepto. ¿Qué películas habría realizado el maestro germano de no haber abandonado Alemania? Nunca lo sabremos, y todas las especulaciones que se quieran hacer al respecto no serán más que un burdo ejercicio de ucronía sin base alguna. Lo único que se puede decir es que afortunadamente para él se marchó del país, puesto que, de lo contrario, o hubiera acabado siendo una víctima más de la política de exterminio, o hubiera caído después de la guerra en el desprestigio que afectó a otros colegas de profesión como por ejemplo Leni Riefenstahl.

Como cabe suponer, a pesar de estar rodadas a la sombra del nazismo, todas las películas este período son muy diferentes entre sí. Algunas hacen apología del nacionalsocialismo como única ideología válida (Hans Westmar. Einer von vielen. Ein deutsches Schicksal aus dem Jahre 1929, Hitlerjunge Quex: Ein Film vom Opfergeist der deutschen Jugend o S.A. - Mann Brand), otras critican con saña a comunistas, socialdemócratas y/o judíos (Der Ewige Jude, Jud Süb o Die Rothschilds), luego están aquellas que muestran el poderío militar de Alemania bien con representaciones ficticias, bien con batallas reales filmadas in situ (Kampf um norwegen – Feldzug 1940 o Sieg im westem); y por último se encontrarían las que tocan temas dispares y bastante desagradables, que destacan por su crudeza y lo aberrante de su contenido como la defensa de la eutanasia obligatoria contra aquellos individuos que el régimen consideraba inferiores y prescindibles (Erbrank o Alles Leben ist Kampf). En todos subyace el sustrato apologético, sin excepción, pero se puede ver como se lleva a cabo la empresa desde diversos prismas aunque se persiga un mismo fin.


Leni Riefenstahl (1902-2003). ©www.the100.ru

Valoración personal y conclusiones

El cine alemán del Tercer Reich fue muy prolífico desde el amanecer del mismo hasta prácticamente su desaparición, junto al régimen y la ideología que lo hicieron posible. Se estima que durante los años que duró el mandato nazi se llegaron a producir alrededor de 1350 largometrajes, situando a Alemania como el mayor productor mundial de películas superado tan solo por Estados Unidos (11), lo que una vez más deja sobre la mesa la enorme inversión realizada por los altos cargos de la época en materia cinematográfica. Eso sí, salvo quizás los trabajos de Leni Riefenstahl, ninguna película de este período estuvo a la altura de las grandes obras maestras atemporales que produjo el país teutón después de su derrota en la Primera Guerra Mundial, como por ejemplo Das Kabinet des Dr. Caligari (R. Wiene, 1920), Der Golem, wie er in die Welt kam (C. Boese y P. Wegener, 1920), Nosferatu, eine Symphonie des Grauens (F. W. Murnau, 1922), o los citados trabajos de Fritz Lang.

Hay que decir que los enemigos de la Alemania Nazi también hicieron uso de la propaganda a la hora de plasmar en imágenes ataques directos contra su rival más encarnizado durante la Segunda Guerra Mundial, destacando por tratarse de un ejemplo muy curioso los dibujos animados protagonizados por el pato Donald o el pato Lucas en los que estos personajes entran en contacto directo con el nazismo de un modo muy particular. El conflicto bélico de los aliados con el ejército alemán y el Holocausto judío serán también objeto de interés de la industria cinematográfica estadounidense, y sobresalen por su elevado nivel de realismo los documentales que reflejan la contienda mientras dan lugar a un auténtico archivo audiovisual histórico que se ha ido recopilando a lo largo de todos estos años con especial esmero, una labor en la que el famoso director Steven Spielberg ha desempeñado un rol fundamental (12).

El valor de difusión que el cine alberga en su propia esencia es descomunal, a pesar de haber perdido bastante peso en los últimos años con el surgimiento de Internet. Aún así, más allá de un simple entretenimiento de masas o una vía para hacer dinero, se encuentra uno de los mayores canales con los que inculcar, bien sea directa o indirectamente, ideas, pensamientos, y demás contenidos doctrinales en la cabeza del espectador, algo que también se hace por medio de otras vías como la prensa escrita, la radio y, sobre todo, la televisión. Por todo ello, la trascendental importancia que el cine realizado durante esta época tuvo a la hora de sostener al régimen nazi, cual titán Atlas soportando el peso del firmamento sobre sus hombros, está fuera de toda duda. El procedimiento fue utilizado con una inteligencia y una amplitud de miras que resultan abrumadoras, y los nazis se aprovecharon de todo cuanto encontraron a su alcance para poder penetrar hasta en el más profundo rincón de la mente del consumidor de estas películas. Y nunca podemos olvidar, por supuesto, que esto mismo se sigue haciendo hoy en día, aunque obviamente de forma solapada.

En conclusión, este artículo ha pretendido ofrecer una breve síntesis sobre como el cine, para unos un simple medio con el que evadirse de la cruda realidad del día a día, para otros una manifestación artística y cultural más de las muchas que ha desempeñado a lo largo de los años el ser humano, también puede ser un útil y peligroso vehículo para conducir al rebaño de la población por la senda que se considera la adecuada para los intereses de un colectivo específico. El caso de la Alemania nazi es uno de los más paradigmáticos de todos los habidos y (esperemos) por haber, superado tan solo quizás por el de la Unión Soviética. Como mínimo, lo expuesto en el presente artículo debería invitar a la reflexión, a mirar con otros ojos las cintas que consumimos a diario y en las que, aunque pueda parecer lo contrario, no todo es baladí y hay unos intereses en juego más evidentes de lo que podríamos siquiera sospechar en un primer momento.

 

Notas

(1) Esta frase del Dr. Goebbels pertenece al discurso de clausura que pronunció en abril de 1935, durante el transcurso de un congreso internacional sobre cine. La misma corresponde al segundo de los siete puntos que enumeró en su conferencia, en la que recogió lo que, según su criterio, debía ser la verdadera esencia del cine como arte e industria. Ni que decir tiene que la referencia al “útil instrumento de educación de sus gustos” no fue más que un mero eufemismo de lo que se acabaría haciendo a efectos prácticos con posterioridad.
(2) Labrador Ben 2006: 883-885.
(3) En alemán ReichsMinisterium für Volksaufklärung und Propaganda, cuyo acrónimo sería RMVP.
(4) UFA o Universum Film AG, fue la productora de cine más importante de todo el país (y probablemente del continente europeo) durante el período de tiempo que abarcan la República de Weimar y el Tercer Reich.
(5) A pesar de que Hitler logró la victoria en las elecciones parlamentarias celebradas a mediados de 1932, el triunfo como tal no lo obtuvo hasta el año siguiente, cuando fue nombrado Canciller y, después de un nuevo éxito en las urnas, dio inicio a su “reinado” en solitario.
(6) Villarreal 2002.
(7) Este el único de este listado que no desarrolló las funciones de director, sino de guionista al servicio de Gustav Ucicky, con el que colaboraría en multitud de ocasiones.
(8) Ex mujer del célebre director alemán Fritz Lang, el cual huyó a Francia por ser contrario a las ideas esgrimidas por el nazismo después de rechazar una propuesta de Goebbels que, de haberla aceptado, lo habría convertido en el principal mandamás de la UFA.
(9) De España 2001: 1.
(10) Deltoro Lenguazco 1994: 85-87.
(11) Viana Teixeira 2010: 40.
(12) Baer Mieces 1999: 113-114.

 

Bibliografía

BAER MIESES A., “Imagen, memoria e industria cultural: el holocausto y las propuestas de su representación”, Arte, individuo y sociedad, Nº 11, 1999, 113-126.
BARRENETXEA MARAÑÓN I., “Cine y memoria (I): colaboracionismo, Iglesia, y nazis huidos”, Entelequia: Revista Interdisciplinar, Nº 6, 2008, 43-62.
CAMARERO G. (ed.), La mirada que habla (Cine e Ideologías), Akal Ediciones, Madrid, 2002.
DE ESPAÑA R., El cine de Goebbels, Editorial Ariel, Barcelona, 2001.
DELTORO LENGUAZCO M., Filmografía antinazi de Fritz Lang: un ejemplo del exilio alemán a los Estados Unidos (Hollywood) 1933-45, Universidad Complutense de Madrid, 1994.
KRACAUER S., De Caligari a Hitler: Historia psicológica del cine alemán, Editorial Paidós, Barcelona, 1985.
LABRADOR BEN J. M., “Cine e identidades virtuales”, Arbor: Ciencia, pensamiento y cultura, Nº 722, 2006, 883-892.
VIANA TEIXEIRA K., “Propaganda e estatuto fílmico nos documentários Triunfo da Vontade e Olympia, de Leni Riefenstahl”, DOC Online: Revista Digital de Cine Documentário, Nº 8, 2010, pp. 36-69.
VILLARREAL H., “Leni Riefenstahl y el cine de propaganda”, Razón y Palabra, Nº 29, 2002.


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ISSN 1988-8848